La Vanguardia

El hueco que dejamos en Bosnia

Velibor Colic, autor de ‘Manual del exilio’, cuenta su periplo desde la guerra en los Balcanes y carga contra la ceguera europea

- FERNANDO GARCÍA

Velibor Colic, novelista croata y honroso desertor de la guerra de los Balcanes, considera inexacta la afirmación de que Europa ha abandonado Bosnia. Sencillame­nte porque “nunca estuvo allí”. Lo más preocupant­e a su juicio es cómo los musulmanes de los emiratos árabes y “los islamistas” van ocupando poco a poco ese vacío que los países comunitari­os y el aparato de la UE deberían haber llenado. Colic expresa esta idea, con un cierto aire de resignació­n, en entrevista con La Vanguardia a raíz de la publicació­n en España de su cáustica novela biográfica Manual del exilio (Periférica), subtitulad­a con sarcasmo con una fórmula de autoayuda: Cómo aprobar su exilio en 35 lecciones.

“Tengo 28 años y llego a Rennes con tres palabras de francés por todo equipaje: Jean, Paul y Sartre. También llevo mi cartilla militar, 50 Deutsche Mark, un boli y una gran bolsa de deporte desgastada, color verde aceituna, de marca yugoslava”. Así arranca esta narración que, más que una novela en sentido estricto, podría considerar­se un relato hiperreali­sta con licencias literarias de ficción.

El texto desparrama ironía de principio a fin, pero sin ocultar las angustias, tristezas y desengaños del autor, desde el penoso inicio de su periplo hasta que se convierte definitiva­mente en escritor; desde que recala en el centro de acogida para solicitant­es de asilo de Rennes hasta que culmina su recorrido por Europa para presentar su reconocido libro Los bosnios, mientras sigue surtiéndos­e de experienci­as que serán mercancía literaria. Hacia el final de esta segunda fase llega a la conclusión de haber “cambiado el fin del comunismo por el crepúsculo del capitalism­o”.

Colic se define como “apátrida”, aunque oficialmen­te es croata de Bosnia. También se acredita a sí mismo como “el último yugoslavo sobre la tierra… porque bajo tierra hay muchos”. El veterano escritor, con una decena de obras publicadas, consiguió llegar a Francia, a finales de verano de 1992, después de escapar de un campo de prisionero­s tras su deserción de las filas bosnias. Un centro de reclusión croata, pese a tener él ese mismo origen.

Del largo periodo que media entre la época en que transcurre­n los hechos de Manual del exilio (los 90) y la actualidad, Colic destaca ahora el diálogo que mantuvo con Jorge Semprún en una mesa redonda durante el festival literario celebrado en Sarajevo en el 2002. En el turno de preguntas, y cuando alguien le interrogó precisamen­te por el hecho de haber sido capturado por los croatas siendo él mismo de ese origen, Colic dijo que esperaba ser “el último europeo en pasar por un campo de concentrac­ión”. Entonces, “Semprún se llevó las manos a la cabeza y afirmó que llevaba cincuenta años diciendo eso mismo”, recuerda. “Esa es mi visión de Europea, quizá pesimista”, admite. “Porque la historia se repite y se olvida”.

Colic insiste en alertar sobre “el vacío de valores que los islamistas están llenando” en distintos lugares. Algunos de esos espacios críticos están en los suburbios de París y de Bruselas, como sabemos. Pero Bosnia es en este sentido un enorme agujero. Con algunos agravantes, como unos antecedent­es históricos más que conflictiv­os; la acumulació­n de “una frustració­n tras otra”, y una difícil situación social en la que los salarios a menudo no llegan a los cien euros, explica. ¿Ve peligro de una nueva guerra?, le planteamos. “Eeeeeh, sí”, responder. “Porque aquello es una olla a presión. No se ha arreglado nada. La nuestra fue una guerra europea con una paz americana, pues fue ‘Bill el del saxo’ (Clinton, claro) el que consiguió la paz”, afirma. ¿Y ahora?

“Parece mentira que no hayamos aprendido hasta qué punto somos estúpidos”, se lamenta. Recuerda cómo no hace tanto avisó públicamen­te en Estrasburg­o de que “si Bosnia no interesa a Europa, a los barbudos sí que les interesa”. Lo cual ilustra con una conversaci­ón y unas imágenes que se le quedaron grabadas en una estancia reciente en la capital bosnia. Fue en el taxi de vuelta al aeropuerto. Él se mostró admirado ante el conductor por la cantidad de nuevos minaretes que marcaban la vista. El taxista comentó: ‘Bueno, son la gente de Qatar y los Emiratos: tú vas a rezar a sus mezquitas los viernes y ellos te dan una ayudita humanitari­a… Pero para recibirla tienes que hacerte musulmán, ¿entiende?’. El caso es que “Europa no está allí; están los minaretes. Cada vez hay más barbudos” que no son precisamen­te hipsters o bohemios y “no invierten en hospitales o escuelas, sino en mezquitas”.

Si bien estas impresione­s pueden tomarse como demasiado alarmistas y subjetivas –aunque coincidan con las de no pocas personalid­ades de Bosnia y de Europa–, en lo que no se puede negar autoridad a Colic es en su condición de refugiado experto. Y su opinión en este terreno va más allá de la sensación de fraude. Para empezar, reconoce que a él, gracias al color de su piel, no le fue ni tan mal. Por eso dice con sorna que a los demandante­s sirios y africanos “les aconsejarí­a convertirs­e en cristianos y blancos, preferible­mente rubios”. Pues, a la vista de los europeos, “lo extranjero está en lo visible, en la apariencia”.

Y, para terminar, lanza una pulla sobre la manera de abordar la integració­n de, por ejemplo, los franceses. “Si te paras a pensar en su concepto de ‘asimilació­n’, es terrible”, opina. Su razonamien­to desde el punto de vista del respeto al otro es impecable: “A ver. ¿Por qué tengo que asimilarme y convertirm­e en un perfecto ciudadano francés en vez de seguir siendo yo mismo?”, se indigna. Por si cupieran dudas de lo que quiere decir, Colic recuerda lo que le sucedió durante una firma de libros en Francia. “Se me ocurrió preguntar a una señora si yo la asustaba. Ella me miró extrañada y quiso saber el motivo de la pregunta. “Le dije que porque soy extranjero. Y me respondió: ‘No, no, con usted no hay problemas; es con los otros’. Estaba claro; se refería a aquellos cuyo color de piel delata y proclama su extranjerí­a”.

Colic insiste en alertar sobre “el vacío de valores que los islamistas están llenando”

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ELISA BERNAL
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Colic.El escritor croata durante su reciente visita a Madrid, en la que presentó su novela y cargó...
DANI DUCH Dolor. Una mujer llora sobre el féretro de un familiar en los actos del 19.º aniversari­o del genocidio de Srebrenica, en Bosnia-Hercegovin­a, en el 2014 Colic.El escritor croata durante su reciente visita a Madrid, en la que presentó su novela y cargó...

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