Perdón y penitencia
La posible condonación de parte de la deuda autonómica por parte del Gobierno central; y la declaración de Artur Mas en la comisión que investiga la financiación de CDC en el Parlament de Catalunya.
NADIE puede negar a Artur Mas su tenacidad, su coraje político y la infatigable defensa de las instituciones que ha encabezado. El expresidente de la Generalitat y actual presidente del PDECat compareció ayer ante la comisión de Asuntos Institucionales del Parlament. Lo hizo a petición de la oposición, después de que Millet y Montull, los saqueadores del Palau de la Música, reconocieran que utilizaron esta entidad cultural para desviar fondos procedentes de constructoras hacia la antigua Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Es decir, el partido que está en el origen del PDECat y del que Mas fue máximo responsable entre el 2000 y el 2016. No era esta la primera vez que Mas comparecía ante la Cámara catalana para ser preguntado sobre la corrupción en su partido. Previamente había testificado ya en otras dos ocasiones. Y, como de costumbre, Mas sostuvo que CDC no cobró comisiones de empresas adjudicatarias de obra pública. Admitió, eso sí: “Nunca he dicho que la financiación de CDC sea impoluta”. Pero reivindicó en todo momento la inocencia y la honorabilidad de CDC, la inexistencia de donaciones irregulares a este partido y, por consiguiente, de financiación irregular. También negó cualquier crédito a Millet y Montull, aduciendo que pactaron su declaración, con el propósito de reducir penas. Puso la mano en el fuego, como suele hacer, por Daniel Osàcar, extesorero del partido. Y aprovechó la ocasión para poner en tela de juicio el papel de la Fiscalía, reprochándole su aparente desinterés por el misterioso destino de una parte –nueve millones de euros– de lo desfalcado.
Como era de prever, la apreciación de los grupos opositores fue otra. Todos los ajenos al bloque soberanista se alinearon al subrayar la menguante credibilidad de Mas, a medida que las informaciones sobre la trama del 3% van acumulándose. E incluso la CUP, indispensable para el avance del proceso independentista, marcó distancias, afirmó que no se creía que Mas nada supiera de los tejemanejes que afectaron a su partido y, así , enfatizó su supuesta pureza. Dicho esto, quizás fuera el socialista Miquel Iceta quien ejerció ayer la oposición con más mesura, precisando que una cosa serían las responsabilidades penales de Mas y otra distinta las políticas. Tiene razón. Y parece innegable que CDC, sometida a investigaciones judiciales, con sus sucesivos tesoreros imputados y enmarañada en tramas dudosas, tiene un problema, cuya responsabilidad política se proyecta sobre sus dirigentes, además de dificultar la renovación que dio origen al PDECat. El coraje, en política, es una gran virtud. Pero no es la única.