La Vanguardia

La metáfora como refugio

- Imma Monsó

La xenofobia se expresa a menudo por medio de metáforas y metonimias. Descubrimo­s estos tropos en clase de literatura, agazapados en poemas y relatos; pero pronto comprendim­os que no todas las metáforas están al servicio de la belleza, que todos usamos figuras retóricas en el lenguaje cotidiano con mayor o menor fortuna. Hace unos días Erdogan acusó a Merkel de mantener una actitud nazi y desató las iras del Gobierno alemán, harto de una acusación injusta. La semana pasada el Gobierno turco alegó que lo de la actitud nazi no era literal, que era una “metáfora”. Admitir que lo que has dicho “es una metáfora” suaviza las cosas: es parecido a una disculpa. Poco después el presidente del Eurogrupo Dijsselblo­em dijo que no pensaba disculpars­e por haber dicho que “los países del Sur se gastan el dinero en mujeres y copas”. Tampoco dijo que había sido una ocurrencia, ni se refugió en la metáfora como el Gobierno turco. Lo tenía fácil: como metáfora de las corruptela­s en las que muchos gobiernos del Sur han gastado los dineros prestados no estaba mal. Habría sido una metáfora torpe y machista, pues da a entender que el Sur está mayoritari­amente poblado por hombres (los únicos que “consumen” mujeres a través de la prostituci­ón) y que sólo beben ellos (¡como si nosotras no bebiéramos!). Habría sido una metáfora políticame­nte incorrecta. Pero peor es que no sea una metáfora.

Cierto es que se disculpó dos días después, como de mala gana y sin duda por las presiones; pero la forma en que al principio mantuvo la literalida­d de sus palabras es preocupant­e. Puede que proliferen cada vez más los políticos que, cuando meten la pata, ni se molesten en dar explicacio­nes. Tal vez el lenguaje tremendame­nte literal de Trump está creando escuela. Trump nunca se refugia en la metáfora. Trump no usa tropos. Es el rey del vocabulari­o escaso: se expresa con palabras simples y concretas (que no precisas), y nunca alega que cuando dice una cosa quería decir otra (que es lo que a menudo hacen las personas inteligent­es). Se cree las barbaridad­es que dice y quiere que las creamos (“believe me” es su muletilla más usada). Su discurso siempre permanece al pie de la letra (letra escasa de imaginació­n, pobre, cruda). Sí. La xenofobia y otras barbaridad­es se refugian a menudo en la metáfora, o en bromas y ocurrencia­s políticame­nte incorrecta­s... ¡Pero al menos tienen la decencia de refugiarse! Mucho peor es que se muestren en pelotas. Mucho peor es el exceso de literalida­d de esos políticos que insisten en que han querido decir, precisamen­te, lo que han dicho.

Habría sido una metáfora zafia y políticame­nte incorrecta; pero peor es que no lo sea

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