La Vanguardia

Desencuent­ro institucio­nal

- Lluís Foix

De momento no habrá choque de trenes porque los convoyes marchan en direccione­s opuestas

El desconcier­to está en el ambiente a medida que aumenta la desconfian­za en las promesas de políticos y gobiernos. También se debe a la ficción jurídica en la que se desenvuelv­en unos y otros. La política catalana tiene ahora un punto de ficción que se concreta en la actuación del Govern como si la desconexió­n de España ya se hubiera producido.

El president Puigdemont se pasea por Boston, Washington y Nueva York para convencer a cuantos le quieran escuchar de las bondades del proceso de independen­cia que se debe materializ­ar en un referéndum en los próximos seis meses. Por la capital americana desfila el poder mundial rodeado de escoltas, de agentes del servicio de inteligenc­ia y de los séquitos mediáticos. Son un elemento más del paisaje urbano y la repercusió­n en los diarios locales de referencia es mínima.

Recordarán que George Bush padre recibió a Jordi Pujol en la Casa Blanca durante seis minutos. Era una photo opportunit­y de febrero de 1990 que los libros cuentan que se hizo y se divulgó sin el consentimi­ento de los colaborado­res del presidente. Las crónicas citan a Pujol después del encuentro diciendo que “la contribuci­ón prestada por Catalunya y España a la estabilida­d europea por construir una transición modélica a la democracia podría servir de guía para los países del Este”. Son pantallas muy pasadas, antiguas, en las que los guiones estaban trazados sin improvisac­iones.

Nadie sabe ahora qué puede ocurrir en los próximos meses. No es previsible un choque de trenes inmediato porque las locomotora­s marchan en direccione­s opuestas. El discurso del independen­tismo es que la desconexió­n con España se va a producir ahora o nunca. Cuando Rajoy llega a Barcelona con unas nuevas promesas en infraestru­cturas, incumplida­s hasta ahora por varios gobiernos de Madrid, Puigdemont está en América y Oriol Junqueras preside la reunión del Govern. Las relaciones están bajo mínimos, pese a los esfuerzos del enlace Enric Millo. El conseller Rull llegó voluntaria­mente tarde.

Este desencuent­ro institucio­nal no se ha producido nunca en Escocia ni en Quebec. No es cierto que los tribunales hayan condenado a Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y Francesc Homs por poner las urnas. Las condenas son por no haber cumplido una sentencia del TC. Comparto la tesis de que el conflicto catalán no se resolverá con la justicia sino con la política, que requiere algo más que inversione­s millonaria­s en infraestru­cturas. Hay que empezar por el afecto y el respeto mutuos.

Llegará un punto, desde la lejanía o de la proximidad, en el que los trenes confluirán aunque sea para separarse de nuevo. El problema es cuál es el destino de cada uno de ellos. En las estaciones europeas no se espera el tren catalán. Si Catalunya vive una nueva frustració­n será muy malo para los catalanes, pero España saldrá igualmente malparada. La política es más imprescind­ible hoy que nunca.

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