Los jóvenes no buscan emborracharse, sino coger el ‘puntillo’
Coger el puntillo. Ese es el objetivo de los jóvenes cuando llega la noche de los fines de semana. No quieren emborracharse, porque eso significa perder el control y asumir unos riesgos de los que huyen. Quieren disfrutar de la noche, con ese punto que da el alcohol y que permite desinhibirse, sentirse eufórico, independiente y libre del corsé que imponen los días de diario. ¿Cómo lo hacen? Pues controlando constantemente no sobrepasar los límites que marca su cuerpo, consumiendo alcohol y dejando de consumir, tomando otras sustancias para reducir la euforia o para incrementarla, regulando, en definitiva el subidón yel bajón.
Este es el principal resultado de la investigación Sudar materia. Cuerpos, afectos, juventud y drogas, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y presentado en el seminario Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja.
Este trabajo, realizado por el grupo de antropología de la UNED liderado por Montse Cañedo, pone en entredicho el concepto de exceso de consumo de alcohol que manejan los expertos y se acerca a los jóvenes para preguntarles qué entienden por un consumo abusivo de alcohol y drogas. De su investigación se desprende que su visión es diferente: consumir en exceso, emborracharse, es descontrolar, beber más allá de lo que su cuerpo admita. Y eso, para ellos, no está bien.
De hecho, ellos huyen del exceso. La noche está para divertirse y disfrutar. Tener nuevas experiencias, aunque normalmente sean siempre las mismas, es romper con lo establecido de lunes a jueves, salir de la monotonía… y emborracharse impide conseguir esos objetivos. De ahí, que se centren en alcanzar el ese estado en el que maximizan los beneficios que atribuyen al consumo de drogas sin que se presenten aún los riesgos.
Para ello utilizan distintas técnicas, como la que los investigadores llaman el desfase faseado, es decir, dosificar la ingesta de psicoactivos a lo largo del tiempo de salida. O bien tienen consumos instrumentales, conjugando distintas sustancias para nivelar los efectos cruzados, regulando el subidón yel
bajón. “Es como si hicieran alquimia con su cuerpo”, señala el antropólogo Enrique Moral, quien en su investigación de campo encontró jóvenes que cuando se sentían demasiado eufóricos por el alcohol salían y se fumaban un porro para reducir la excitación. “Pero el porro le bajó la tensión y acto seguido se tomó un speed para levantar el ánimo”, relata. “Utilizan las drogas en etapas para nivelar su estado anímico y de salud”.
Otra técnica que utilizan es el propio grupo, que también cuida de que nadie se pase en exceso por las consecuencias que ello supone a los integrantes. Es curioso, relata Moral, como hasta en este entorno se mantiene el concepto de mujer cuidadora. “Ellas mismas se autoproclaman cuidadora del que se excede y asumen esa responsabilidad”, apunta.
Los investigadores también encuentran quienes deciden dejar de abusar del alcohol, jóvenes que tuvieron una mala experiencia que no quieren volver a repetir, quienes tienen pareja y ya no buscan llegar al límite y quienes tienen responsabilidades, bien laborales o deportivas. “Tener un partido al día siguiente les hace frenar el consumo”, indica este antropólogo.
Para controlarse aprenden a beber en etapas y a consumir drogas para regular los ‘subidones’