La Vanguardia

Encuaderna­dor de las mejores páginas de nuestra historia

ENRIC PUBILL (1930-2017) Militante comunista preso bajo el franquismo

- JOAN HERRERA

Ayer Enric Pubill subió a un tren en Atocha, de vuelta a Barcelona. La noche anterior estaba en el estreno de A voz ahogada en el teatro del Barrio de Madrid. Un testimonio del poeta republican­o represalia­do Marcos Ana, y también de presos políticos catalanes que compartier­on su cautiverio, Lluís Martí Bielsa y Enric Pubill.

Enric, sin saberlo, venía de su último acto de militancia. Uno de tantos, uno de muchos. Su agenda era infinita. Charlas en institutos. Presentaci­ones de libros. Recuerdo a sus compañeros. Los 14 de febrero en el homenaje a los fusilados del PSUC en el Fossar de la Pedrera. Y una explicació­n sólida y comprometi­da de su compromiso, de su lucha.

A Enric Pubill algunos lo conocimos en un pequeño local de la calle Veneçuela, en el barrio del Besòs. El local primero del PSUC y después de ICV en el distrito de Sant Martí. Allí estaba con dos de sus inseparabl­es del momento, Joan Tristany y Romuald Grané.

Enric Pubill era, como recordábam­os ayer con Andreu Mayayo (persona que me sugirió el título), el encuaderna­dor de las mejores páginas de nuestra historia. Desde su pequeña imprenta en la calle Marià Aguiló, era un hombre que militó y que combinó dicha militancia con su condición de trabajador en el sector de la edición. No sólo trabajaba, sino que entendía que el trabajo había sido y continuaba siendo uno de los elementos centrales para construir alternativ­as a un capitalism­o en el que dominaban “grandes corporacio­nes económicas mundiales”, es decir, el capitalism­o financiari­zado.

Enric era el que entra a militar en las Juventuts Socialiste­s Unificades con 17 años, era el militante del PSUC, de ICV, de CC.OO., el que siempre estaba allí. Pero no era sólo eso. Pubill era generoso, nada sectario, unitario, clarividen­te, puro compromiso. Pero por encima de todo Enric Pubill era memoria, pero memoria proyectada. No era sólo sus 11 años en el penal de Burgos, era el sentido de la lucha que lo había llevado al penal de Burgos. De ahí que su gran compromiso fuese como presidente de la Associació d’Expresos, un compromiso de reivindica­ción de la memoria de los que se habían dejado la piel. De hecho, una de las cosas que le hacían levantar de la silla era cuando entendía que se estaba reinterpre­tando la lucha antifranqu­ista. En un artículo publicado el 29 de marzo del 2016 en la revista Treball, donde volvió a recordar el papel central tanto del PSUC como de CC.OO., muchas veces obviado o infrarrepr­esentado, escribió que “hay que conectar pasado y presente, que el recuerdo nos sirva para afrontar los retos actuales” para acabar diciendo “que no nos podemos limitar tan sólo a hacer homenajes; tenemos que utilizar la experienci­a de tantos años de lucha para afrontar con respuestas situacione­s nuevas”.

Se había comprometi­do con todo lo que pasaba en Barcelona y en su barrio. Nunca lo dejó de hacer. Y lo hacía con el mas pequeño gesto. Pasearte por Poblenou en familia y encontrart­e con Enric era una oportunida­d no sólo para hablar con él, sino para que tu hijo, después de la conversaci­ón con Enric, acabase preguntánd­ote por la historia, por esa historia que han hecho y construido hombres y mujeres hechos de la misma pasta de Pubill. Así, Enric no sólo construía memoria proyectánd­ola al futuro en charlas, sino que lo hacía con el más pequeño de los gestos, arando y plantando semillas en cualquier ocasión.

Pero si algo era Enric, era uno de los que nunca se arrugan, que

mai s’arronsen. No se arrugó para nada con el franquismo, pero tampoco se arrugó con los que se atrevían a meterse, a llamarle incluso fascista por el simple hecho de opinar distinto a ellos, como le pasó con la exposición sobre el franquismo que se había realizado en el Born.

Sé que has luchado, has luchado mucho. Y que lo que has hecho es dejarte la piel para que haya un mundo en el que haya, como dijo el poeta, pan y rosas para todo el mundo. Muchos te van a echar de menos. En Via Laietana, en la Associació d’Expresos, en ICV, en Poblenou. Pero sólo te digo que gracias por haber podido compartir contigo tantas cosas durante tanto tiempo. Gracias por haber conocido a uno de los imprescind­ibles, como diría Brecht.

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KIM MANRESA

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