Joan Éluard, Paul Miró
La Fundació Miró despliega el libro del artista catalán y el poeta francés ‘À toute épreuve’
La Fundació Miró sigue en su línea de hacer exposiciones que aportan una nueva mirada sobre las obras de arte y hacerlas, así, más vivas y más comprensibles. El visitante de Éluard, Cramer, Miró. ‘À toute épreuve’, más que un libro, es invitado a introducirse en el taller de Miró y seguir paso a paso cómo creó durante once años uno de los libros de artista más hermosos. Christopher Green, miembro del Grupo de Investigación Internacional, es el comisario de la muestra.
El editor suizo Gérald Cramer y el poeta Paul Éluard propusieron en 1947 a Joan Miró realizar un libro de artista a partir de la plaquette À toute épreuve, publicada en 1930, cuando el poeta francés aún confiaba en seguir manteniendo su matrimonio, absolutamente abierto, con Gala (no se divorciaron hasta 1932).
Miró aceptó e inició un largo proceso creativo que se prolongó hasta 1958, seis años después de la muerte del poeta. Eligió la xilografía, una técnica que aún no dominaba. “Todo lo que se ha hecho en xilografía después de Gauguin es malo”, dijo. Se refería a Noa Noa. Viaje de Tahití.
Miró, que ya había querido hacer un libro con dibujos y poemas propios, proyectó que la obra tuviera “la nobleza de una escultura de mármol”, es decir, un objeto, más que un libro. Una obra que, además de ser vista y leída, pudiera ser tocada, una manera de poner en contacto físico la obra del artista y del poeta con los lectores-espectadores. Una fusión de arte y literatura, la imagen tan poética como la palabra, no una mera ilustración.
La obra iba creciendo con los años de abajo arriba, como un árbol vivo, proponiendo dibujos, formas, descartándolas, proponiendo otras, volviendo a descartarlas, hasta conseguir lo que pretendía. El cambio de una simple coma o de un punto sobre la i obligaba a que el artista replanteara toda la página. En la buena poesía cada letra, cada palabra es insustituible por otra, e igual el arte de Miró. Un mecanismo de relojería que necesitaba un trabajo colectivo, en equipo, contra el arte individualista o contra la inhumana reproducción mecánica.
Green vuelca el resultado de sus investigaciones en Documents Miró, la publicación en la que el centro mironiano divulga los frutos de los simposios anuales que se organizan en torno a la obra de Miró. Green explica con todo detalle el proceso creativo de A toute épreuve, por lo que es aconsejable que el visitante lo tenga a mano a modo de guía.
Miró utiliza la madera de cerezo y busca la rugosidad de determinado papel japonés. Entre poemas, introduce páginas de reposo o de choque para propiciar la atmósfera emocional que requiere la lectura de los versos. La exposición documenta la génesis creativa de los dibujos, los numerosos collages, algunos utilizando fotografías de viejos grabados de Meifrén para subrayar la idea de naufragio. Porque Miró entendió muy bien lo que Éluard, hombre de mil amantes y ningún amor resuelto, expresaba en sus poemas. Y también Éluard había entendido la pintura de Miró en el poema que le dedicó en La Capitale de la doleur en 1926.
El amor a toda prueba, a prueba de la realidad. “Amor que vela lo que yo amo”, escribe Éluard. Miró crea colores de una transparencia mágica, que se cruzan sin anularse, figuras y atmósferas que envuelven las palabras tristes. O –los dos astrólogos– libera en tres dibujos el signo zodiacal que identifica la terrible conjunción de Saturno y Urano, bajo la que nacieron Breton, Éluard y Aragon, tres poetas que cantaban a los fantasmas de su deseo y al duro deseo de durar.
Miró quería que el libro de poemas tuviera “toda la nobleza de una escultura de mármol”