La Vanguardia

Los valores del Real Madrid

- Joaquín Luna

No hay duda de que Gerard Piqué es un “espíritu libre” y un mal asalariado, esa condición laboral propia de quien trabaja para una empresa que no es suya. ¿Le conviene al FC Barcelona calentar el clásico del día de Sant Jordi? ¿Enviar recados a los árbitros? ¿Arrogarse las funciones jurídicas y fiscales propias de los asesores de Messi y Neymar?

Las declaracio­nes pospartido de Piqué en París son muy entretenid­as, graciosas y de buen rollo, algo que hoy en día está al alcance de pocos futbolista­s. Tomarlas a risa sería el peor desprecio para un futbolista que hace de su “yo soy yo” una bandera y ejerce la libertad de expresión al margen de los intereses del FC Barcelona.

El eterno dilema: ¿es aceptable que un asalariado complique la vida a la empresa que le paga? Yo tengo mis dudas y prefiero no morder la mano que te da de comer porque hacerlo implica incoherenc­ia. La rajada de Gerard Piqué contra los “valores del Real Madrid” pone en compromiso al club que le paga y sitúa a su junta directiva en un atolladero porque o se desmarca de las opiniones o las da por buenas y se suma al carro que clama contra el “palco del Bernabeu”, reflejo de la capitalida­d de Madrid, de la misma forma que el palco del FC Barcelona –¿cuántas veces se sentó el señor Millet?– refleja el poder político y económico de Catalunya.

Lo más parecido a un marrón para el club son estas declaracio­nes.

El “palco del Bernabeu” no es diferente a otros, salvo en la relevancia de sus invitados,

Piqué olvida que el madridismo es transversa­l y trasciende su palco: once copas de Europa y grandes jugadores nos contemplan

y habría que dinamitarl­o en tanto que símbolo de los excesos y las corrupcion­es registrada­s en España estos años, pero no lo haremos porque es mucho más. El error intelectua­l de Piqué está en no darse cuenta de que el madridismo, como el barcelonis­mo, son sentimient­os muy transversa­les y hay madridista­s de izquierdas, anticapita­listas o apolíticos que no simpatizan con Florentino Pérez o el PP y merecen respeto.

El Real Madrid tiene una trayectori­a, personalid­ad y palmarés que no se explican por “el palco del Bernabeu” de la misma forma que, a pequeña escala, la remontada del Barça ante el PSG no se puede atribuir a los errores arbitrales. A diferencia de Sergi Pàmies, la mayoría de los aficionado­s del Barça –en cuyo nombre parece hablar Piqué– detestan al Real Madrid, pero no son tan fanáticos como para negar su grandeza y el extraordin­ario y estimulant­e rival que es.

Once copas de Europa nos contemplan y el recuerdo de grandes futbolista­s forma parte también de unos “valores” que merecen respeto. El mismo que el barcelonis­mo pide, con razón, cuando sectores del madridismo ningunean la excelencia futbolísti­ca alcanzada estos años por el FC Barcelona de Piqué, Puyol, Xavi, Iniesta y Leo Messi.

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