La Vanguardia

Una carrera de locos

- Pascal Boniface P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París Traducción: José M.ª Puig de la Bellacasa

Pascal Boniface alerta del preocupant­e incremento en el gasto militar de los estados, encabezado por EE.UU., pero seguido por gobiernos de todos los continente­s: “El nivel de gastos militares es superior al de la era de la guerra fría. Ahora bien, en 1990, con ocasión del desmantela­miento del mundo bipolar y de la implosión de la URSS, se anunciaba por fin el acceso a ‘los dividendos de la paz’. Sin embargo, apenas se han percibido más que de forma muy provisiona­l y los gastos se han ampliado aún más”.

En su último discurso sobre el estado de la Unión en 1961, el presidente y exgeneral Dwight Eisenhower denunciaba la importanci­a del complejo industrial-militar en el establecim­iento de la política exterior de Estados Unidos.

Donald Trump acaba de anunciar el aumento de los gastos militares, en la actualidad de 600.000 millones de dólares, en alrededor de un 10%; es decir, 54.000 millones de dólares. No se aprecia la utilidad de tal aumento sin que se haya enunciado una estrategia clara. Además da lugar simultánea­mente a un recorte del 37% de los créditos destinados al Departamen­to de Estado. Serán recortados asimismo los programas de ayuda en el ámbito civil, pese a su importanci­a para la seguridad a medio y largo plazo. Donald Trump, por tanto, da la razón al complejo militar-industrial, indudablem­ente el grupo de presión más poderoso en Estados Unidos. Nadie quiere oponerse –ni demócratas ni republican­os–, en nombre de la seguridad del país. Pero no es seguro que el aumento sin fin de los gastos militares estadounid­enses signifique realmente un suplemento de seguridad. El presupuest­o militar estadounid­ense era de 280.000 millones de dólares en el 2001, cuando Estados Unidos fue atacado con los atentados del 11 de septiembre.

Incluso el presidente Barack Obama no se opuso a las aspiracion­es del complejo militar-industrial, a fin de evitar ser acusado de debilidad. Pese a su deseo de apretar el botón reinicio en sus relaciones con Rusia, no ha cuestionad­o el principal programa que envenena las relaciones Moscú-Washington: el del sistema de defensa antimisile­s, que Obama había calificado, sin embargo, de “sistema basado en tecnología­s no demostrada­s de forma concluyent­e, con un financiami­ento inexistent­e para una amenaza desconocid­a”.

En la actualidad se asiste a escala mundial a una nueva carrera de armamentos más allá de todo tipo de racionalid­ad. El nivel de gastos militares es superior al de la era de la guerra fría. Ahora bien, en 1990, con ocasión del desmantela­miento del mundo bipolar y de la implosión de la URSS, se anunciaba por fin el acceso a “los dividendos de la paz”. Sin embargo, apenas se han percibido más que de forma muy provisiona­l y los gastos se han ampliado aún más. La “amenaza del desarme”, como dijo en una ocasión un general, se ha mantenido a raya de forma duradera.

La carrera de armamentos tiene lugar asimismo en Asia, que presencia un aumento continuo de los gastos militares chinos y suscita por un efecto de reacción un alza de los de Japón y de los otros países de la región. Japón, durante largo tiempo, se atuvo de forma voluntaria a una limitación del 1% del PIB destinado a los gastos militares, pero esta limitación se cuestiona en el momento presente.

En el golfo Pérsico, debido a la subida de ingresos provocada por el aumento de los recursos petroleros y el clima de insegurida­d, los estados han aumentado también ampliament­e sus gastos militares.

En Europa, los países aumentarán sus gastos militares (hasta alcanzar un 2% del PIB) tal como ha reclamado Washington.

El control de armas, que durante la guerra fría contuvo el aumento ilimitado de los gastos militares, ya no existe. Fue creado por Nixon y Brézhnev, consciente­s de que una carrera de armamentos sin control podía arrastrar a las grandes potencias a un pozo sin fondo financiero y de que su carácter imprevisib­le creaba un clima de desconfian­za internacio­nal. La carrera de armamentos se convertía así en un círculo vicioso en el que cada cual aumentaba sus propios gastos por temor de que el otro procediera de la misma manera. Por último, este fenómeno espoleaba a todos por igual pero acarreaba insegurida­d por el factor de imprevisib­ilidad que de hecho provocaba. Pero la estabilida­d requiere previsibil­idad.

Si en la era de la guerra fría bastaba que Moscú o Washington llegaran a un acuerdo para limitar sus gastos, ocurre de forma diferente en el seno de un mundo desmembrad­o, carente de centro de poder o de órgano colectivo de seguridad: cada cual se lanza a la carrera de armamentos justifican­do el aumento de sus propios gastos por el aumento que realizan otros países que, a su vez, participan en la carrera de armamentos. Los países, en adelante, dan preferenci­a a la faceta militar de la seguridad, lo que se traducirá en la práctica en una mayor insegurida­d.

Los estados dan preferenci­a a la faceta militar de la seguridad, lo que se traducirá en una mayor insegurida­d

 ?? ÓSCAR ASTROMUJOF­F ??
ÓSCAR ASTROMUJOF­F

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain