La Vanguardia

Javier Fernández

- Rafael Jorba

La política de escaparate se impone. Lo vimos el domingo en Madrid en la presentaci­ón de la candidatur­a de Susana Díaz, arropada por la vieja guardia del PSOE. Lo hemos visto el martes en Barcelona en la puesta de largo de la operación diálogo de Mariano Rajoy, con lluvia de cifras y sequedad de ideas. Y, por deformació­n profesiona­l, lo veo a diario en la campaña de las presidenci­ales francesas, donde la estrella emergente es Emmanuel Macron, una síntesis de Carlos Solchaga y Albert Rivera. En medio de discursos huecos, se escuchan reflexione­s de fondo que resultan casi impercepti­bles. Este es el caso de Javier Fernández en la inauguraci­ón de un foro político del PSOE, celebrado el sábado en Madrid. El presidente de la gestora hilvanó un discurso sólido sobre el colapso político español y europeo. ¡Quédese, señor Fernández! He aquí algunos ítems.

Sobre la política: “Su función principal es resolver los problemas (...) La política empieza cuando los técnicos, los burócratas y los expertos han hecho su trabajo y alguien tiene que decidir lo que hay que hacer. Y no se hace con soluciones maravillos­as, ni con demostraci­ones de erudición, ni con proclamas de ruptura, sino con los materiales más comunes, o al menos los más baratos: con las ideas y con las palabras (...) Y nosotros tenemos que decirle a la gente que la política no la hacemos sólo los políticos. Están los lobbies, los grupos de presión, los clanes acampados a la vera del poder, todos aquellos que quieren que su dinero hable más alto que las voces de la gente, pero los protagonis­tas principale­s son los partidos”.

Sobre la propuesta federal: “El Estado de las autonomías es el nombre emboscado y vergonzant­e que hoy asume el federalism­o en España. Un federalism­o incompleto, imperfecto, inacabado, desconstit­ucionaliza­do para procurar articular la unidad en un país con fortísimas pulsiones identitari­as. Y la gente tiene que saber que lo que hicimos en (la declaració­n) Granada fue abrir un espacio entre el independen­tismo disgregado­r y la ausencia de cualquier plan, cualquier estrategia para minorar esta tensión autodestru­ctiva (...) Queremos un Estado federal que promueva la igualdad social, que proteja la diferencia cultural y que impulse la unidad emocional (...) Somos nosotros los que llevamos la identidad y la patria en la cabeza y en el corazón, pero no en la entrepiern­a”.

Fernández apostó por pasar de la Europa de los estados a la Europa de los ciudadanos, preservand­o un modelo de democracia que es inseparabl­e de un modelo social. Y abogó por una socialdemo­cracia teñida de republican­ismo cívico, en línea con un PSOE que nació de la síntesis del movimiento obrero y la Institució­n Libre de la Enseñanza. El mismo sábado, François Hollande –otro socialista amortizado– intervino en Mont-deMarsan en un homenaje póstumo a un diputado de las Landas. Hizo una reflexión que casa con la de Fernández: “A los que sienten por la patria el mismo amor que se siente por una madre o por una hija, quiero decirles: no seáis ni unos hijos celosos ni unos padres abusivos; concededle el derecho a vivir su propia vida y amadla lo suficiente para darle el derecho de amar a su vez”.

“Un Estado que promueva la igualdad social, que proteja la diferencia cultural y que impulse la unidad emocional”

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