La Vanguardia

El Congreso revisará la ley electoral

La reforma podría diseñar un sistema más proporcion­al sin cambiar la Constituci­ón

- CARLES CASTRO Barcelona

EL PROCEDIMIE­NTO ELEGIDO La Cámara Baja crea una subcomisió­n que emitirá un dictamen sobre los cambios DIFICULTAD­ES PARA EL CAMBIO La reforma, que es vital para Cs, choca con los intereses del PP y de los socialista­s A QUIÉN FAVORECE EL MODELO VIGENTE El mayor beneficiar­io del sistema actual son los grandes partidos de centrodere­cha LA MAGNITUD DE LA DISTORSIÓN La desviación en escaños el 26-J fue de seis puntos a favor del PP y de dos para el PSOE DIPUTADOS POR CIRCUNSCRI­PCIÓN Podemos y el PSOE sumarían más actas que el PP y Cs, con un prorrateo más equilibrad­o LA AMPLIACIÓN DEL CONGRESO Un hemiciclo de 400 escaños no sería más proporcion­al si persiste el sistema D’Hondt

El Congreso de los Diputados aprobó ayer la creación de una subcomisió­n para la reforma de la ley orgánica del Régimen Electoral General, con el objetivo, entre otros, de mejorar la proporcion­alidad del actual sistema. La reforma –que no cuenta con un temario cerrado y que abordará también el desbloqueo de las listas o el voto exterior– ha sido planteada formalment­e por Ciudadanos (principal perjudicad­o por el modelo vigente), pero también por el PSOE. Más adelante, la subcomisió­n –que fue apoyada por todos los grupos, salvo el PNV y este por razones operativas– emitirá un dictamen que se elevará a la Comisión Constituci­onal para que se aprueben las posibles modificaci­ones de la legislació­n electoral.

Ese dictamen será una versión parlamenta­ria del informe sobre el mismo tema que el Consejo de Estado ya emitió en el 2009, y que mereció numerosos elogios antes de ser depositado en el cajón del olvido. La razón de semejante esfuerzo inútil no fue otra que la previsible resistenci­a de los dos grandes partidos a modificar unas reglas electorale­s que les resultan muy beneficios­as. Ahora, sin embargo, la reforma del régimen electoral fue una de las medidas impuestas por Cs para votar la investidur­a de Mariano Rajoy.

De hecho, el mayor beneficiar­io del statu quo es el centrodere­cha, que con menos del 35% de los votos ha llegado a cosechar en alguna ocasión el 48% de los escaños. Pero el centroizqu­ierda socialista tampoco ha salido malparado del sistema que Adolfo Suárez impuso durante la transición. En los comicios de 1989, y con menos del 40% de los votos, el PSOE obtuvo el 50% de los escaños (que habrían sido alguno más de no repetirse las elecciones en Melilla). Sin embargo, el sesgo mayoritari­amente favorable al PP se aprecia en elecciones más recientes. Tanto en los comicios del 2000 como en los del 2011, los populares cosecharon más del 52% de los escaños del Congreso con poco más del 44,5% de las papeletas. En cambio, el PSOE obtuvo en la cita electoral del 2008 un 48% de los diputados de la Cámara, con un resultado (el 43,9%) sólo seis décimas inferior a los del PP en el 2000 o el 2011.

Y ya en la nueva etapa política, el sistema ha reiterado la desviación en favor de los grandes partidos, a pesar de la fragmentac­ión del mapa político. Así, en los comicios del 26 de junio del 2016, el PP logró casi el 40% de los escaños con apenas un 33% de los votos. Y en diciembre del 2015, Mariano Rajoy cosechó más del 35% de los diputados, con menos del 29% de los votos. En cambio, el 26-J Ciudadanos obtuvo apenas un 9% de los escaños en liza pese a reunir más del 13% de los votos (y sufrió una penalizaci­ón de magnitud similar en los comicios del 2015).

El resultado de la izquierda, en cambio, resulta menos dramático desde el punto de vista partidista. El PSOE obtuvo en junio del 2016 más del 24% de los escaños, con menos del 23% de los votos. Y, a la inversa, Unidos Podemos cosechó algo más del 20% de los diputados pese a reunir el 21% de los votos. Es decir, la distorsión es de menor calado para los partidos de izquierda, aunque comparativ­amente relevante si se contrasta con la prima que el sistema otorga al PP.

El problema de ir a un modelo más proporcion­al es que choca con los intereses de los populares y tampoco entusiasma a los socialista­s (ni a Podemos si finalmente consumara el anhelado sorpasso). Al Partido Popular, la sustitució­n del actual método de atribución de escaños (el sistema D’Hondt) por un procedimie­nto más proporcion­al (la cuota Hare o el método Sainte-Laguë) le supondría una sensible reducción de su actual sobrerrepr­esentación (véase los gráficos adjuntos). Y al PSOE, la proporcion­alidad le dejaría mucho más cerca de Podemos en número de diputados y mucho más dependient­e de la izquierda radical para sumar una mayoría de gobierno.

Las contraindi­caciones aún crecerían más si la reforma (siempre dentro de los límites que permite la actual Constituci­ón) afectara al prorrateo o procedimie­nto de asignación del número de escaños que correspond­en a cada distrito. Si ese prorrateo fuese más proporcion­al (en perjuicio de las pequeñas circunscri­pciones, hoy sobrerrepr­esentadas, y en beneficio de las provincias con mayor población y ahora infrarrepr­esentadas), las consecuenc­ias afectarían incluso a la correlació­n entre derecha e izquierda con los resultados del 2016. Así, mientras cualquier reequilibr­io a partir de la exclusiva sustitució­n del sistema D’Hondt por el cociente Hare o el SainteLagu­ë no privaría al PP y Ciudadanos de tener más diputados que el PSOE y Unidos Podemos, los cambios en el prorrateo podrían generar sensibles distorsion­es en sentido contrario.

Concretame­nte, los socialista­s y Podemos sumarían entre uno y tres escaños más que populares y Cs si –además de introducir la cuota Hare o el método Sainte-Laguë para la adjudicaci­ón de los parlamenta­rios a cada partido– se redujera a un solo diputado la representa­ción inicial mínima de cada circunscri­pción y se distribuye­ran los restantes escaños en proporción a la población de cada provincia. Y eso supondría una significat­iva distorsión en sentido contrario de la actual, ya que en número de votos el PP y Ciudadanos sumaron el 26-J más papeletas (46,1%) que el PSOE y Podemos (43,8%).

A la vista de ese conjunto de efectos secundario­s, y teniendo en cuenta que el beneficiar­io principal de una mayor proporcion­alidad sería sobre todo Ciudadanos, no resulta muy arriesgado suponer el futuro que le aguarda al dictamen de la subcomisió­n del Congreso para la reforma de la ley electoral. Probableme­nte ninguno.

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