La Vanguardia

¿Qué hacemos con Maillol?

- Quim Monzó

Cuando el sábado el presidente del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu i Floreta, pidió al Ayuntamien­to de la ciudad que cambiara el nombre de la calle Arístides Maillol para rebautizar­la como Johan Cruyff saltaron muchas alarmas. Que Johan Cruyff merece una calle con su nombre es de toda evidencia, pero ¿hay que desbancar del nomencláto­r a uno de los escultores catalanes más importante­s del siglo XX para dedicársel­a a él? La calle va desde la avenida Doctor Marañón hasta la Travessera de les Corts, donde se convierte en Riera Blanca, y –ojito– antes se había llamado División Azul. Según me explica el periodista Aleix Renyé, si nos quedáramos sin Arístides Maillol la ciudad de Barcelona sólo contaría con una vía dedicada a un norcatalán: la calle Joan Blanques, en el barrio de Gràcia. Por cierto, quien se encargue del nomencláto­r del Ayuntamien­to debería tomar nota de que escriben mal su apellido. El hombre se llamaba Joan Blanca –nada de “Blanques”– y en el siglo XV fue cònsol en cap –es decir: alcalde– de Perpinyà. Durante el asedio francés de los años 1474 y 1475 lideró la resistenci­a a las tropas de Luis

XI de Francia, llamado (tiene cojones) el

Prudente.

Cambiar el nombre de una calle es complicado, porque los vecinos pueden presentar alegacione­s: porque tendrán que cambiar la dirección de las cartas o las facturas, o porque el homenajead­o no les acaba de caer bien. Sería el caso de algunos periquitos, supongo. Además, aparte de las oficinas del FC Barcelona, en la calle Arístides Maillol hay pocos edificios. Una sucursal de La Caixa y poca cosa más. Es triste que den tu nombre a una calle y casi nadie resida en ella. De momento, Janet Sanz, teniente de alcalde de Urbanismo, ha pasado la prueba de forma elegante. En el programa Primer

toc de RAC1 defendió que Cruyff debe tener un vial –porque “es muy querido por los barcelones­es y las barcelones­as”– pero dice que ya verán dónde lo sitúan “y con qué criterios”.

Tengo una propuesta. Bordeando el actual Miniestadi –que desaparece­rá cuando hayan construido el Miniestadi­o Johan Cruyff en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí– está la calle Cardenal Reig. Va desde la calle Arístides Maillol hasta la carretera de Collblanc. El tal cardenal fue Enric Reig Casanova, obispo de Barcelona, arzobispo de València y primado de Toledo. Nació en Agullent, en la Vall d’Albaida, motivo por el que no descarto la posibilida­d de que seamos parientes lejanos. Como obispo de Barcelona impulsó Acción Católica, la construcci­ón de la iglesia de Sant Josep Oriol, el Museo Arqueológi­co Diocesano y un Congreso Litúrgico Regional. No es porque sea un comecuras (que lo soy, pero cada vez menos porque veo que son una especie en peligro de extinción), sino porque me iría la mar de bien que Cardenal Reig pasara a llamarse Johan Cruyff. Tengo ahí un piso de propiedad, y con el cambio de nombre se me revaloriza­ría mucho. Ahí es nada: “Vendo piso en la calle Johan Cruyff. Alto standing”. Me lo quitarían de las manos.

¿Hay que desbancar del nomencláto­r a uno de los escultores más importante­s del XX para poner a Cruyff?

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