La tormenta perfecta
Concreto la reflexión de ayer sobre esta Europa a la intemperie que está a punto de sufrir la tormenta perfecta, como si hubiera abierto la bolsa de Eolo y se desencadenara la furia de los vientos. Una tormenta que ataca desde el oeste con la pareja May-Trump, desde el norte con el zar Putin y desde el este con el autarca Erdogan, y de Rusia a Turquía, pasando por Britain, deja a Europa atrapada en un triángulo de las Bermudas que amenaza con devorarla. No solamente estamos perdiendo la centralidad (que sólo se mantiene sólida en Alemania), sino que además tenemos los flancos al descubierto. Europa vuelve a ser un continente herido y con el rumbo a la deriva.
Es cierto que la historia nos recuerda que el naufragio europeo es una constante, y que hemos escrito cada capítulo con renglones torcidos.
Si Europa empezó como una bella princesa fenicia raptada por el dios Zeus, convertida en diosa y madre de dioses, su periplo posterior ha sido más prosaico que poético, forjado en el conflicto y la guerra. De ahí que desde que se inició el proyecto de la Unión Europa se hilvanaran los sueños de un continente con identidad, proyecto común y capacidad de influencia internacional. No era Francia, o Alemania, o el Reino Unido, cual llaneros solitarios en el concierto de naciones, sino una suma de todos, dibujando un territorio común que iba más allá de la simple contingencia geográfica. Y así ha sido durante estas últimas décadas, con un proceso que empezó como una unión económica pero que ha ido transitando hacia la confluencia de leyes, postulados y reglamentos comunes. Por supuesto, estábamos muy lejos de la unión política, pero habíamos conseguido serios avances. Y ello nos hacía más fuertes internacionalmente y más sólidos internamente.
Sin embargo, todo ese ambicioso proyecto está en severa recesión, y no sólo por el Brexit, que nos deja huérfanos de la impronta anglosajona, sino por dos viejos conocidos de la historia: Rusia y Turquía. Todas las fuerzas interactúan para debilitar a la Unión, probablemente con la voluntad de convertirla en anecdótica. Por un lado, la alianza entre Trump y May (líderes más parecidos de lo que nos permitimos reconocer) refuerza el eje atlántico, lo cual significa, además de un agravio económico, un debilitamiento geopolítico. Y por el otro, la sutil alianza estratégica entre Putin y Erdogan, ambos líderes con la misma vocación tiránica, estresa seriamente las políticas europeas. Si algo está cuajando en estos momentos no es la fuerza de la UE, sino la absoluta libertad de dos autarcas poderosos para invadir países, reprimir a ciudadanos e imponer su ley, incluso sobre nuestros intereses. Europa ha dimitido ante Putin y Erdogan, y sólo el Reino Unido podía reforzar la autodefensa. Pero ha iniciado el divorcio y nos ha abandonado a nuestra suerte. La princesa fenicia vuelve a ser raptada, pero esta vez no la ha seducido ningún dios.
La tormenta perfecta sobre Europa, al oeste con May-Trump, al norte con Putin y al este con Erdogan