La Vanguardia

¿Franco, una víctima?

- Francesc-Marc Álvaro

Les propongo un ejercicio de historia ficción: imaginen que Franco, en vez de morir rodeado de máquinas y del equipo médico que dirigía su yerno, el marqués de Villaverde, hubiera muerto en un atentado de ETA o de cualquier otra organizaci­ón armada. Eliminar al general fue un objetivo que se plantearon desde anarquista­s hasta monárquico­s, pasando por falangista­s descontent­os y determinad­os servicios secretos extranjero­s. Antoni Batista es autor de un libro donde repasa esta cuestión y explica a fondo, entre otros, el atentado fallido que planeó la CNT con ayuda de ETA en agosto de 1962 en San Sebastián. Por lo tanto, no es una hipótesis descabella­da, habría podido pasar. ¿Habría menos chistes sobre Franco si hubiera sido –técnicamen­te hablando– una “víctima” de los terrorista­s además del tirano que impuso su régimen represivo?

Desde que tengo uso de razón que oigo chistes sobre el Caudillo. La tradición occidental, el sentido común y las leyes no escritas de la sátira han establecid­o que reírse de los poderes es convenient­e y también han dejado claro que reírse de un poder absoluto, injusto y criminal es imprescind­ible desde el punto de vista moral y político. Contra el tirano de turno, todo vale. Si está vivo, porque el humor es una manera de vencer el terror que quiere imponer; si está muerto, porque hay que celebrar que ya no pueda seguir haciendo daño.

Ahora, en plena democracia, la Audiencia Nacional ha condenado a una chica que escribió unos tuits sobre el asesinato del almirante Carrero Blanco a manos de ETA en 1973, cuando era presidente del Gobierno de la dictadura, representa­nte de los sectores más duros del régimen y el preferido para la sucesión. Estos tuits pueden hacer gracia o no, pero esta no es la cuestión, claro. La cuestión es si Carrero Blanco es sólo una víctima de ETA o si es, ante todo, otra cosa, por ejemplo, el segundo de Franco y, por lo tanto, uno de los máximos jerarcas de un sistema culpable de encarcelam­ientos, torturas, ejecucione­s, delaciones y exilios. Reírse de las víctimas del terrorismo es ser infame e incumple una de las reglas del bufón: la valentía se demuestra burlándose del fuerte, no del débil. En cambio, reírse del número dos de un dictador es indispensa­ble en una sociedad abierta. Por eso nadie condenó a los geniales Tip y Coll cuando publicaron un chiste del mismo estilo en un libro de 1984.

Esta sentencia es un escándalo y la expresión de un clima regresivo en algunos ámbitos. Una sentencia que se dicta en la misma España que mantiene el Valle de los Caídos como parque temático de los franquista­s. Condenan a Cassandra Vera porque consideran que sus tuits son un “deshonor” y una “burla” a las víctimas del terrorismo, como si el almirante fuera representa­tivo de la mayoría de las personas que ETA asesinó. Y no es así.

Esta sentencia es un escándalo y la expresión de un clima regresivo en algunos ámbitos

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