De Hillary a Melania
La primera dama y la ex candidata demócrata defienden a las mujeres
Según las encuestas, a estas alturas de la historia habría una mujer en la Casa Blanca. Pero, de forma oficial, no hay ninguna.
Ni como presidenta –al final, el famoso techo de cristal nada más registró una muesca y resistió– ni tan sólo como primera dama.
Las urnas desahuciaron a Hillary Clinton. “No hay ningún lugar donde me gustaría estar más que con vosotros, en la Casa Blanca”, reconoció la frustrada candidata demócrata la noche del martes en San Francisco.
Hizo un discurso en un foro de mujeres de negocios, en defensa de la igualdad salarial y contra las barreras del machismo, cuestión en la que a Donald Trump le atribuyen muchas “iniciativas”.
Y Melania, qué decir de Melania. Calificada ayer por The New
York Times de “presencia espectral”, se ha mostrado elusiva a la hora de ejercer su responsabilidad. Esa misma que Hillary desarrolló en el gobierno de Bill Clinton en la década de los noventa.
Los Trump han incorporado a la presidencia de Estados Unidos, aunque aseguran que de forma temporal, el living apart together de la bohemia artística, el juntos pero no revueltos, tú en Washington y yo en Manhattan.
Dos mujeres tan distintas y un destino público conectado. A la intervención californiana de Hillary le siguió una extraña irrupción de Melania al día siguiente. Si es cara de ver, todavía lo es más de escuchar. Hasta ahora, la primera dama había tenido escasas palabras para la gran audiencia, una oración y poco más.
Extraña, porque la primera dama reclamó que la Casa Blanca actúe como protectora de los derechos de las mujeres a lo largo del mundo. Lo exigió precisamente ella, que, sostienen los críticos, es una víctima – “Free Melania”, gritan en las calles– que no puede escapar de la hiperbólica sombra de su marido.
Melania tomó cuerpo y asistió a la ceremonia en la sede del Departamento de Estado a rendir tributo a trece mujeres (de Yemen o Sri Lanka). Todas sufrieron violaciones, violencia doméstica o ataques con ácido y los prejuicios en los tribunales.
“Allá donde una mujer es menospreciada, el mundo entero es menospreciado con ellas”, subrayó. Aunque su contenido se alineó con anteriores primeras damas, su estilo al leer el telepromter, sin el carisma de las otras, en especial Michelle, resulto más una interpretación robótica que un gesto de solidaridad. Rogó a la concurrencia ponerse en los zapatos de esas víctimas. En sus ocho minutos de gloria, jamás citó al presidente del país, como si no fuera con él este asunto.
Al contrario de Clinton, tampoco salió contra el racismo y en defensa de las dos afroamericanas que el trumpismo ha maltratado
“No hay ningún lugar donde me gustaría estar más que con vosotros, en la Casa Blanca” Críticas por honrar a unas mujeres frente a su cobardía ante la misoginia de Trump