La Vanguardia

Medio siglo para el Nobel

ALEXÉI ABRIKÓSOV (1928-2017) Físico soviético-estadounid­ense. Premio Nobel 2003

- EFE GONZALO ARAGONÉS

El reconocido científico Alexéi Abrikósov, genio de la escuela soviética de Física Teórica que lideró Lev Landáu, falleció el 29 de marzo en Palo Alto, Estados Unidos, donde vivía desde el fin de la URSS. A los numerosos premios y distincion­es recibidos a partir de la década de 1960 puso brillante conclusión en el 2003 la concesión del premio Nobel de Física por sus contribuci­ones a la teoría de los supercondu­ctores y superfluid­os, compartido con el ruso Vitali Guínzburg y el anglo-estadounid­ense Anthony Leggett.

Aunque vivió el último cuarto de siglo lejos de Rusia, y a pesar de que en una entrevista en Radio Svoboda se mostró “orgulloso” de que el Nobel “sea considerad­o para Estados Unidos”, la noticia de su muerte se recibió ayer en Moscú como una pérdida propia.

Alexéi Abrikósov nació en 1928 en una familia de médicos. Su padre, del mismo nombre, era académico y dirigía la cátedra de Anatomía Patológica en la Universida­d de Moscú. Fue, además, el encargado de realizar el primer embalsamam­iento del cuerpo de Lenin, fallecido en 1924.

El futuro premio Nobel terminó la secundaria con 15 años y dos años después se incorporó al exigente Instituto de Ingeniería de la Energía. Abrikósov había decidido dedicarse a la física. El sueño de todo científico en ese campo era trabajar con el profesor Landáu. Pero había que hacer un examen especial para superar unos mínimos teóricos exigidos. Abrikósov lo hizo en 1947, con 19 años, lo que significab­a que ya formaba parte de la élite científica de la URSS, con un nivel de conocimien­tos muy superior al de muchos físicos teóricos ya reconocido­s.

Terminó la carrera universita­ria un año después, y en 1955, con 27 años, recibió el título de doctor en Ciencias Físico-Matemática­s. Fue en esos años cuando hizo los descubrimi­entos por los que medio siglo después recibiría el Nobel de Física. “Durante los experiment­os, se observaba una serie de fenómenos inusuales en los supercondu­ctores. Intenté explicar estos fenómenos a partir de las teorías que Guínzburg y Landáu escribiero­n ya en 1950. Logré predecir la existencia de una categoría especial de supercondu­ctores, luego llamados de tipo 2. Entonces todo el mundo dudaba de que fuese posible. Luego empecé a trabajar en la búsqueda de estos supercondu­ctores en el campo magnético”, explicó en una ocasión al diario Izvestia. Como resultado, surgió lo que hoy en supercondu­ctividad se conoce como vórtices de Abrikósov. Publicó sus estudios en 1957 en la revista

Física teórica y experiment­al.

En la autobiogra­fía que escribió en el 2003 para la Academia sueca, Abrikósov señaló que su relación con Guínzburg y Landáu no sólo se basaba en su trabajo, “sino en el hecho de que no recibimos este premio a tiempo. Parece que la comisión ha decidido corregir esta situación”.

En 1991, Alexéi Abrikósov decidió aceptar una oferta de trabajo del Laboratori­o Nacional Argonne, de Estados Unidos. “Vi que la economía de Rusia iba claramente cuesta abajo. No tenía duda de que la primera víctima sería la ciencia fundamenta­l, que no aporta ningún ingreso”, explicó después. También influyó en su decisión la situación política en la URSS. “Se estaba gestando una conspiraci­ón. Entendí que si triunfaba, las fronteras volverían a cerrarse, y ya sería tarde”. Ocho años después recibió la ciudadanía estadounid­ense.

En cierto modo, siguió los pasos de su tío Dimitri Abrikósov, un diplomátic­o del zar que trabajó en la embajada rusa en Japón hasta 1917. Luego se quedó a vivir en el extranjero, en Japón y en Estados Unidos. Falleció en 1951, también en la ciudad california­na de Palo Alto.

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