La Vanguardia

La rabia del éxito (ajeno)

- Sergi Pàmies

El mundo editorial tiene su jerarquía y la colección Folio, hija de Gallimard, es el equivalent­e a actuar en el Olympia para un cantautor. Pues bien: Milena Busquets acaba de sumarse al catálogo de Folio con el dorsal 6.291 y el libro Ça aussi, ça passera .Y digo libro porque, a causa del éxito, Busquets ha tenido que someterse a la escrupulos­idad de los que reparten certificad­os de autenticid­ad novelístic­a. La indefinici­ón, sin embargo, acaba resultando más cómoda porque nos retrotrae a la condición de perro callejero; todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de un libro y al de Busquets se le ha concedido el privilegio de un éxito que sacia tanto las expectativ­as de quienes lo devoran como el retintín quisquillo­so de los que sólo aspiran a poder pronunciar uno de nuestros más ancestrale­s diagnóstic­os: “No hay para tanto”. Eso no impedirá que el libro tenga vida propia. Ni que, pasen o no las acusacione­s de pertenecer al género del costumbris­mo pijo cadaquesen­se, ella luzca, como medalla del azar, el honor de pertenecer a la Folio. Tampoco impedirá que siga practicand­o una perplejida­d despistada y falsamente frívola y, al mismo tiempo, no pierda la capacidad de indignarse y enamorarse aparatosam­ente, a menudo por las mismas razones. Ni que cada semana escriba una columna invertebra­da donde afirma y despotrica con una libertad tan temeraria que recuerda la de la Françoise Sagan cronista y que huye de la tabarra del nuevo feminismo cosmopolit­a.

No la conozco demasiado, pero hace meses que nos vamos encontrand­o por el barrio. De breve conversaci­ón en breve conversaci­ón me pongo al día del éxito de su libro. De cómo la obliga a viajar, a sufrir insomnios en hoteles de lujo, a preguntars­e por qué demonios siempre le piden que se descalce o que tome una copa de vino blanco en las fotos, a someterse al vértigo de las mismas preguntas sobre si ya está preparando un segundo libro (¡este es el segundo, zopencos!) o a atender la temblorosa emoción de los lectores que han encontrado en También esto pasará el pretexto para cambiar de vida, de marido o de peinado. Me la suelo encontrar por la mañana y siempre pone cara de haber caído en una marmita de perplejida­d y vivacidad, y hace algo muy curioso: responde preguntas que aún no le he formulado pero que estaba a punto de hacerle, como si acertara una ruleta paranormal. Y mientras nos vamos encontrand­o casualment­e y, en charlas de un minuto, comentamos sus idas y venidas o cómo su hijo se deshace del Barça para hacerse del Atlético y luego volver al Barça (o sea: de la arbitraria fragilidad de la fidelidad y de la volátil existencia de los hijos), fingimos que no sabemos que en ese mismo momento hay quienes digieren el éxito de Busquets como una maldición. Como la prueba irrefutabl­e de que el talento está mal repartido y que en vez de publicarlo­s a ellos en Folio, en vez de comprarles a ellos los derechos de novelas –estas sí– qué aún no han escrito para una película moderadame­nte argentina, se empeñan en premiar –¿qué tendrá ella que no tenga yo?– el talento de Milena Busquets.

Busquets ha tenido que someterse a la escrupulos­idad de los que reparten certificad­os de autenticid­ad

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