Los objectivos de 2020, mas cerca
Los Estados miembros de la Unión Europea tienen tres años para cumplir con el pacto alcanzado en 2010 de reducir el 20%de los gases de efecto invernadero, utilizar un 20% más de energías renovables y mejorar, también un 20%, la eficiencia energética. En l
En 2010, los Estados miembros de la Unión Europea firmaron una hoja de ruta para el decenio con cinco objetivos relacionados con el empleo, el I+D, la lucha contra la pobreza y la mejora de la educación. Pero el documento hacía especial énfasis en la sostenibilidad y el medio ambiente, y en él se comprometían a reducir la contaminación atmosférica un 20%, utilizar un 20% más de energía renovable y mejorar en un 20% la eficiencia energética. Estos objetivos se han ampliado con una nueva propuesta para lograr una economía baja en carbono para 2050. La hoja de ruta señala que, en 2050, la UE deberá haber disminuido sus emisiones un 80% respecto a los niveles de 1990, exclusivamente, mediante reducciones internas, es decir, sin recurrir a créditos internacionales en el mercado de emisiones. Este objetivo está en consonancia con el compromiso europeo de disminuir las emisiones un 80-95% en el año 2050.
Y, en este sentido, para la UE es necesario avanzar hacia un modelo de crecimiento sostenible, basado en una economía con bajas emisiones de carbono y más competitiva, que haga un uso eficiente y sostenible de los recursos y que garantice la protección del medio ambiente. Para lograr sus objetivos, la UE también debe reducir su excesiva dependencia de los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón, y buscar fuentes de energía más limpias.
AHORRO ECONÓMICO
Si se alcanzaran sus objetivos energéticos, Europa se ahorraría 60.000 euros de importaciones de petróleo y gas hasta 2020. Además, satisfacer el 20% de las necesidades energéticas europeas a partir de recursos renovables permitiría crear más de 600.000 puestos de trabajo en la UE, y otros 400.000 si se alcanzara el objetivo acordado del 20% de eficiencia energética.
Actualmente, las ciudades europeas
albergan el 68% de la población –el 85% en 2050–, consumen el 70% de la energía, son responsables del 75% de la emisión de gases de efecto invernadero y la actividad que desarrollan responde al 80% del producto interior bruto, según el Grupo Interplataformas de Ciudades Inteligentes (GICI), que ha elaborado el estudio Smart cities.
Documento de visión a 2030. Por estos motivos, es en las ciudades donde más se tiene que actuar para lograr los objetivos de 2020. Y eso pasa por repensar las ciudades para hacerlas más sostenibles, planteando nuevos modelos de gestión de redes energéticas, sistemas de transporte urbano inteligentes, el uso de las nuevas tecnologías en el acceso a los sistemas de salud y en la Administración… Unos pasos que ya están dando muchas ciudades del mundo.
En el ámbito de la energía, los expertos de GICI consideran que la ciudad del futuro debe mejorar la gestión de las redes energéticas y aprovechar los recursos que generan. En el primer caso, recuerdan que “las redes eléctricas tradicionales, caracterizadas por su baja flexibilidad, distribuían la electricidad desde grandes centros de producción situados fuera de las ciudades hasta los consumidores finales”. Pero aseguran que la reducción de emisiones por la generación de electricidad dentro de las ciudades con generadores de tamaño mediano y pequeño, y con un componente renovable importante, haría la red mucho más flexible y capaz de reaccionar con rapidez a la demanda. Además, las nuevas tecnologías de la información permiten monitorizar al segundo toda la red para dar respuesta a las necesidades en cada momento y ofrecer una mejor calidad de servicio a los ciudadanos.
Otra de las tendencias de futuro, según este grupo de expertos, es generalizar la utilización de los residuos urbanos para aumentar la eficiencia energética de las ciudades –algo que ya hacen ciudades como Barcelona–. “La valorización energética de los
residuos producidos en las ciudades, como residuos sólidos urbanos y aguas residuales, es una medida que produce un doble impacto en la ciudad: reducción de los residuos y generación de energía”, apuntan. Con ellos se puede generar biogás, con una alta concentración de metano, que podría inyectarse directamente a la red de distribución de gas.
Otra fórmula para generar y ahorrar energía es recuperarla del frenado de los trenes, metros, tranvías…, que, en vez de disiparse en forma de calor, “puede reinyectarse en la red de distribución eléctrica” para ser utilizada por los propios trenes o para la recarga de coches eléctricos. Esta técnica se implantó en 2014 en el metro de Madrid. La llamada Metrolinera aprovecha la energía de frenado de los trenes que circulan en la red del suburbano para recargar coches eléctricos en la calle.
También los edificios pueden ayudar a reducir la factura energética de las ciudades. Se calcula que son responsables del consumo de un 40% de energía, fundamentalmente en climatización. En este sentido, en la Directiva Europea de Eficiencia Energética de los Edificios ya se establece el concepto de edificio de consumo de energía casi nulo.
Desde el Centro Tecnológico de Eficiencia y Sostenibilidad Energética, EnergyLab, analizan los factores que influyen en la eficiencia energética, y los dividen en cuatro: cultura energética, mantenimiento, control e innovación. En el caso del sector empresarial, constatan que un 5% de las pymes desconoce su contrato eléctrico y un 83%, el tipo de contrato de gas. Además, menos del 9,5% consulta información relacionada con estos temas. Sobre el mantenimiento, el 31% de las empresas tiene un plan programado para limpieza y sustitución de lámparas, y la mayoría reconoce que dedica pocos recursos a las labores de mantenimiento de los equipos que consumen energía.
Por otra parte, muy pocas empresas –solo un 9%– han contratado alguna auditoría energética, aunque el 25% de ellas realiza controles para identificar los excesos en el consumo. En cuanto al último factor, el de la innovación tecnológica, la mayoría de pymes suspende en el uso de las energías renovables y en el uso de los sistemas de regulación de la iluminación, como detectores de presencia, reguladores de intensidad o sensores.
“La valorización energética de los residuos producidos en las ciudades, como residuos sólidos urbanos y aguas residuales, es una medida que produce un doble impacto en la ciudad: reducción de los residuos y generación de energía”