La Vanguardia

La casa de todos

- Carme Forcadell C. FORCADELL, presidenta del Parlament de Catalunya

Vivimos momentos trascenden­tales, de gran intensidad. La situación política genera nuevos escenarios, nuevos desafíos que exigen flexibilid­ad e inventiva para resolverlo­s. También con respecto al Parlament. Un Parlament, hay que recordarlo, plural y diverso, hecho que hay que vivir como una riqueza a preservar en cada debate, en cada iniciativa parlamenta­ria. La voz de todos los grupos es imprescind­ible porque representa­n la sociedad catalana y, por lo tanto, su palabra siempre tiene que ser libre.

Esta es la voluntad que me rige día tras día desde que tuve el honor de acceder a la presidenci­a del Parlament: defender la libertad de expresión y el derecho de iniciativa de todos los diputados y diputadas, piensen como piensen. Con palabras y, sobre todo, con hechos. Y ya desde el inicio: la primera decisión que tomé al llegar a la presidenci­a fue invitar a las reuniones de la Mesa a aquellos partidos que no tienen representa­ción para que sus opiniones también estén presentes.

Y esta voluntad se afianza en los plenos. También los que han sido más encendidos, con más electricid­ad política, como puede ser el de los presupuest­os. En los que han contado con más objeciones, todo el mundo se ha podido expresar con absoluta libertad, como no puede ser de otro modo, y ha podido hacer patente sus opiniones, al representa­r el sentir de una parte de la Cámara y, en consecuenc­ia, de la ciudadanía.

Al mismo tiempo, hay que velar para que esta voluntad de apertura sea compatible con la orden del pleno a partir de las pautas establecid­as, y con el cumplimien­to del reglamento. Es evidente que todos somos humanos, y que los llamamient­os a la observanci­a del reglamento nunca dejan contento a todo el mundo, pero nunca se han hecho ni se harán con la voluntad de limitar el debate, sino todo lo contrario.

Porque los derechos fundamenta­les de los diputados y diputadas en el ejercicio de sus funciones se tienen que respetar siempre, a pesar de las presiones del Ejecutivo español, que pretende solucionar un conflicto político mediante los tribunales. Por eso, cuando se exige a la Mesa que se convierta en un órgano censor, que limite los temas de debate en el Parlament, decimos no. No a las listas negras para intentar esconder una situación política que es real, en la calle y en las institucio­nes. No a judicializ­ar un conflicto de raíz puramente política que, como nos demuestra el ejemplo escocés, hay que resolver políticame­nte. Y, a la vez, decimos sí. Sí a la libertad de expresión, sí al derecho de participac­ión, sí a la defensa de la inviolabil­idad del Parlament como espacio de libre debate sin coacciones y amenazas. Sí a la democracia.

En el Parlament se tiene que poder hablar de todo, porque eso es lo que los ciudadanos y ciudadanas esperan que hagamos en una cámara legislativ­a: debatir, confrontar ideas, opinar y votar. Es la esencia del parlamenta­rismo lo que está en juego, y el único vencedor, sin fisuras, tiene que ser el debate democrátic­o. Y si el precio a pagar por esta defensa es la persecució­n por parte de aquellos que pretenden silenciar los problemas en vez de buscar soluciones, es un precio que hay que pagar gustosamen­te.

El Parlament cuenta con un elemento preciado que hay que conservar: la cordialida­d generaliza­da más allá de las disputas políticas. Por eso, nos tenemos que conjurar para estar todos a la altura, defendiend­o con rigor, pasión y toda la contundenc­ia necesaria los legítimos posicionam­ientos políticos, y hacerlo a la vez con respeto. Nos lo debemos por ser dignos representa­ntes de los ciudadanos de este país.

Seguro que el escenario político comportará nuevos momentos de alto voltaje político en la Cámara. Y esta no es una mala noticia si canalizamo­s el debate desde la serenidad y el respeto. Porque la confrontac­ión democrátic­a, el debate apasionado y el intercambi­o de ideas son síntoma de una sociedad viva y con voluntad democrátic­a. Son la señal inequívoca de un país que, a pesar de las dificultad­es, sigue avanzando de la mano de los derechos, las libertades y la democracia.

En el Parlament se tiene que poder hablar de todo, porque eso es lo que los ciudadanos y ciudadanas esperan

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