La casa de todos
Vivimos momentos trascendentales, de gran intensidad. La situación política genera nuevos escenarios, nuevos desafíos que exigen flexibilidad e inventiva para resolverlos. También con respecto al Parlament. Un Parlament, hay que recordarlo, plural y diverso, hecho que hay que vivir como una riqueza a preservar en cada debate, en cada iniciativa parlamentaria. La voz de todos los grupos es imprescindible porque representan la sociedad catalana y, por lo tanto, su palabra siempre tiene que ser libre.
Esta es la voluntad que me rige día tras día desde que tuve el honor de acceder a la presidencia del Parlament: defender la libertad de expresión y el derecho de iniciativa de todos los diputados y diputadas, piensen como piensen. Con palabras y, sobre todo, con hechos. Y ya desde el inicio: la primera decisión que tomé al llegar a la presidencia fue invitar a las reuniones de la Mesa a aquellos partidos que no tienen representación para que sus opiniones también estén presentes.
Y esta voluntad se afianza en los plenos. También los que han sido más encendidos, con más electricidad política, como puede ser el de los presupuestos. En los que han contado con más objeciones, todo el mundo se ha podido expresar con absoluta libertad, como no puede ser de otro modo, y ha podido hacer patente sus opiniones, al representar el sentir de una parte de la Cámara y, en consecuencia, de la ciudadanía.
Al mismo tiempo, hay que velar para que esta voluntad de apertura sea compatible con la orden del pleno a partir de las pautas establecidas, y con el cumplimiento del reglamento. Es evidente que todos somos humanos, y que los llamamientos a la observancia del reglamento nunca dejan contento a todo el mundo, pero nunca se han hecho ni se harán con la voluntad de limitar el debate, sino todo lo contrario.
Porque los derechos fundamentales de los diputados y diputadas en el ejercicio de sus funciones se tienen que respetar siempre, a pesar de las presiones del Ejecutivo español, que pretende solucionar un conflicto político mediante los tribunales. Por eso, cuando se exige a la Mesa que se convierta en un órgano censor, que limite los temas de debate en el Parlament, decimos no. No a las listas negras para intentar esconder una situación política que es real, en la calle y en las instituciones. No a judicializar un conflicto de raíz puramente política que, como nos demuestra el ejemplo escocés, hay que resolver políticamente. Y, a la vez, decimos sí. Sí a la libertad de expresión, sí al derecho de participación, sí a la defensa de la inviolabilidad del Parlament como espacio de libre debate sin coacciones y amenazas. Sí a la democracia.
En el Parlament se tiene que poder hablar de todo, porque eso es lo que los ciudadanos y ciudadanas esperan que hagamos en una cámara legislativa: debatir, confrontar ideas, opinar y votar. Es la esencia del parlamentarismo lo que está en juego, y el único vencedor, sin fisuras, tiene que ser el debate democrático. Y si el precio a pagar por esta defensa es la persecución por parte de aquellos que pretenden silenciar los problemas en vez de buscar soluciones, es un precio que hay que pagar gustosamente.
El Parlament cuenta con un elemento preciado que hay que conservar: la cordialidad generalizada más allá de las disputas políticas. Por eso, nos tenemos que conjurar para estar todos a la altura, defendiendo con rigor, pasión y toda la contundencia necesaria los legítimos posicionamientos políticos, y hacerlo a la vez con respeto. Nos lo debemos por ser dignos representantes de los ciudadanos de este país.
Seguro que el escenario político comportará nuevos momentos de alto voltaje político en la Cámara. Y esta no es una mala noticia si canalizamos el debate desde la serenidad y el respeto. Porque la confrontación democrática, el debate apasionado y el intercambio de ideas son síntoma de una sociedad viva y con voluntad democrática. Son la señal inequívoca de un país que, a pesar de las dificultades, sigue avanzando de la mano de los derechos, las libertades y la democracia.
En el Parlament se tiene que poder hablar de todo, porque eso es lo que los ciudadanos y ciudadanas esperan