La Vanguardia

Rigor y advertenci­a

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EL Gobierno español ha recurrido ante el Tribunal Constituci­onal (TC) los presupuest­os de la Generalita­t para el 2017. El motivo aducido es su partida destinada a la organizaci­ón del referéndum sobre el futuro político de Catalunya. Esta noticia conocida ayer –un día después de que el CEO redujera el porcentaje de partidario­s de la independen­cia al 44%– sorprendió a pocos. El Consell de Garanties Estatutàri­es, órgano de la Generalita­t creado para asegurar la constituci­onalidad de su normativa, y los dos principale­s letrados del Parlament habían avisado ya que la pretensión del Govern no se ajustaba a derecho. Pero el Gabinete catalán, siguiendo el guion de desobedien­cia dictado por la CUP, decidió mantener la partida en cuestión, ahora recurrida.

A medida que se acumulan los recursos contra las estratagem­as del soberanism­o, cada vez está menos claro el rédito que pueda sacar la Generalita­t a sus reiteradas desobedien­cias. Hasta hoy, sólo le han granjeado la inhabilita­ción de Artur Mas, expresiden­te de la Generalita­t y presidente del PDECat; de la que fue su vicepresid­enta del Govern, Joana Ortega; de su consellera Irene Rigau y, después, de Francesc Homs, que fue conseller de la Presidènci­a. Todos ellos, por sus acciones relativas a la consulta del 9-N.

Ante el hipotético referéndum, el riesgo de inhabilita­ción acecha a otros altos cargos de la Generalita­t, empezando por los miembros del Govern, a los que se podría llegar a procesar por desobedien­cia, prevaricac­ión o malversaci­ón. La de ayer no fue una mera demanda por incumplimi­ento de sentencia, sino un recurso elevado por el Gobierno ante el TC, referente a la disposició­n adicional 40 de los presupuest­os catalanes, pero también a otras partidas destinadas a procesos electorale­s, aprobadas sin problema en anteriores presupuest­os. Y no sólo eso. Otra particular­idad de la nota conocida ayer es que el presidente del Gobierno insta en ella al TC a comunicar la existencia y posibles consecuenc­ias del recurso a un número considerab­le de cargos de designació­n de la Administra­ción catalana, incluyendo intervento­res y directores generales.

Todo ello revela una escalada rigorista del Gobierno al aplicar la ley. No está dispuesto a oír en el futuro que sus indicacion­es no fueron claras. Su advertenci­a lo es y no deja lugar a dudas. Además, se hará llegar particular­mente a cuantas instancias se considere necesario. En suma, el Gobierno no les va a pasar ni una al Govern ni al Parlament. De ahí que nos preguntemo­s y le preguntemo­s al Govern: ¿hasta dónde cree que va a llevarle su política de gestos? Y, en concreto, ¿a qué coste?

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