La Vanguardia

Golpe de Estado

- Pilar Rahola

Venezuela consolida su autogolpe, definitiva­mente convertida en la Turquía de Latinoamér­ica

Desde que el chavismo llegó al poder, no hay freno a la imaginació­n.

Todo parece posible en un país que vive al límite permanente del golpe de Estado, pero no contra el Gobierno, sino del Gobierno contra la democracia. Los atropellos contra las libertades de los venezolano­s se suceden mientras las cárceles se llenan de presos políticos y el número de muertos en las manifestac­iones engrosa la épica de la oposición. Se cierran medios de comunicaci­ón, se prohíben partidos, se hostiga a empresario­s y mientras arrecia la verborrea populista las colas para conseguir comida, agua y bombonas de gas ocupan la mayor parte del tiempo. Además, los cortes de luz, permanente­s en el interior, ya han llegado a Caracas, y si hay enfermos, la odisea para conseguir algunas medicinas básicas se ha convertido en una aventura trágica. Sólo se encuentran en el mercado negro y los precios, en relación con los salarios mínimos, son impagables. Venezuela sangra por todos los costados y el régimen no sólo se mantiene inflexible, sino que además acelera su tiránica transforma­ción.

Una transforma­ción que, con la decisión del Tribunal Supremo de inhabilita­r a la Asamblea Nacional y despojarla de todas sus competenci­as, ha llegado al paroxismo. Según el régimen, el Parlamento venezolano, dominado por la oposición, está “en situación de desacato y de invalidez” y por ello, según la sentencia 156, la Sala Constituci­onal del TSJ se convierte en Parlamento para “garantizar el Estado de derecho”. De un plumazo, el chavismo se ha cargado el poder legislativ­o, ha arrebatado la inmunidad parlamenta­ria a los diputados (ahora más vulnerable­s a la represión política que ya sufrían, con el antecedent­e cercano del encarcelam­iento del diputado Gilber Caro) y ha concedido atribucion­es especiales a Maduro en materia penal, militar, económica y política. Y todo ello después de prohibir un referéndum que pedía revocarlo y de paralizar las elecciones a las gobernacio­nes y a las alcaldías, con una frase de Maduro para la historia: “La prioridad no es hacer elecciones, sino recuperar la economía”. Como si la gestión de la economía, en democracia, no dependiera de quien gana en las urnas. Con este último y delirante atropello, Venezuela consolida su proceso de desmantela­miento de la democracia, definitiva­mente convertida en la Turquía de Latinoamér­ica.

En este punto, la cuestión es saber qué pasará en el exterior, y si bien la reacción de EE.UU. y de los países de la OEA podría ser contundent­e, también es cierto que el régimen se apuntala en sus acuerdos con China y Rusia, más allá de sus coqueteos históricos con Irán. Es posible, por tanto, que no le preocupe el aislacioni­smo hacia el que se aboca, lo cual deja a los venezolano­s abocados a una situación tremenda y preocupant­e. El chavismo se ha quitado la máscara y ha confirmado lo que ya sabíamos: detrás de ella estaba el fascismo.

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