La Vanguardia

La humanidad, ‘first’

- Remei Margarit R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Frente al grito de connotacio­nes guerreras de Donald Trump: “America first”, puede oponerse el de “Humanidad, first”. Una aclaración: sobre su veto a la inmigració­n es necesario decir que la historia en mayúscula nos explica que todos los hombres blancos que hay en América son inmigrante­s de primera generación, segunda, tercera o de unas cuantas atrás, Donald Trump incluido. Desde que en 1492 Cristóbal Colón descubrió América, las colonizaci­ones de los españoles se extendiero­n desde el Caribe, Centroamér­ica, América del Sur y América del Norte; desde el oeste hasta Alaska y también todo el sur y el este. Y en 1607, unos primeros colonizado­res ingleses crearon una pequeña aldea llamada Jamestown en Virginia. También emigraron agricultor­es alemanes y suecos. Y en 1619, llegaron a Virginia los primeros esclavos negros que los traficante­s blancos secuestrab­an en sus poblados de África, es decir, que una buena parte de los afroameric­anos son descendien­tes de los esclavos. Los únicos autóctonos son los indios, que han sido masacrados durante siglos por los colonizado­res blancos.

De manera que frente a esta ola de intoleranc­ia hacia la inmigració­n que recorre el Gobierno de Trump y las corrientes afines de la ultraderec­ha en Europa, tan sólo cabe exclamar lo más arriba mencionado: “La humanidad, first”. Y ello quiere decir algunas cosas. Primera: que lo que daña a la gente o a un país es el odio y la violencia, y eso no es patrimonio de ningún colectivo, sino de cada persona; hay personas que se rigen por el bien común y a otras sólo las guía descargar el odio que sienten, vete tú a saber por qué. El odio es una patología del carácter. Y en las expresione­s de todos esos (digamos) dirigentes de la ultraderec­ha, incluido Trump, siempre hay malos augurios para todos. No hay en sus discursos ni una buena palabra de conciliaci­ón, usan el lenguaje, pervirtién­dolo, como una arma, no es extraño, pues, que estén a favor de las armas. Segunda: estos personajes abominan de la cultura porque la cultura es justamente un puente entre las personas y una voluntad de comprensió­n. De modo que los valores de la humanidad, la Declaració­n de los Derechos Humanos nos obliga a decir: “La humanidad, first”.

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