La Vanguardia

Rumba en el Liceu

Joan Ximénez cumplirá la promesa que hizo a su madre: llevar la rumba catalana a un gran teatro; su historia se llevará al cine

- CRISTINA JOLONCH Barcelona

Aveces la realidad supera la ficción. Y muy de vez en cuando empequeñec­e los sueños más osados. Que se lo pregunten al gitano Joan Ximénez Valentí, más conocido como el Petitet por sus notables dimensione­s. Cuando este músico de la calle de la Cera le prometió a su madre que algún día llevaría la rumba catalana a un gran teatro, ni se le ocurrió pensar en el Liceu. Lo confiesa, entre bromas, plantado frente al Café de la Ópera y con la mirada hacia el Gran Teatre, jugando a sacar trascenden­cia al momento. “¿Os imagináis que me atropellan al cruzar la Rambla y me pierdo este gran día?”.

El hombre va hecho un pincel, como para las grandes ocasiones. “Aquest teatre és lo més gran”. Ha querido rodearse de los suyos, de la mujer, las hijas, los nietos, a quienes ha pedido que nunca olviden que un día el abuelo (un abuelo de 54 años) los llevó allí para reunirse con los directivos del Liceu y formalizar su acuerdo para actuar el 17 de octubre. Antes tendrá que presentars­e.

Llega el instante de subir las escaleras y dejarse deslumbrar por la suntuosida­d del salón de los espejos. Allí lo esperan el director musical y otros cargos de la casa. “Estoy muy orgulloso de estar aquí, charlando con gente tan elegante”. Les cuenta Petitet que aún tiene grabada la imagen de cuando vio el humo del incendio de 1994 desde el terrado de casa. “No me lo podía creer”.

Por fin, lo acompañan hasta la platea. Y de repente reina el silencio mientras Petitet se dirige a la butaca que ocupó su madre el día que él la llevó al Liceu. Tras unos segundos de emoción, vuelve el gitano dicharache­ro. “Cuando actuemos la gente lo pasará en grande y no podrá evitar levantarse de la butaca para seguir el ritmo”. Lo escuchan los directivos, a los que contagia su entusiasmo: “La rumba es elegancia; nada de actuar en vaqueros, enseñando los calzoncill­os. La rumba es muy señora y no quiere ni músicos vestidos para rock ni escenarios con humo que no te deja ver a la gente”.

A la satisfacci­ón de llevar a ese escenario la rumba, se suma la de contar con una fila cero que se destinará a recaudar fondos para la investigac­ión

Petitet actuará en octubre y habrá una fila cero con la que espera recaudar fondos para el estudio de la miastenia

de la miastenia, enfermedad neurológic­a que él padece desde hace cuatro años. A veces este rumbero orgulloso de ser hijo del Gitano Colorao, palmero de Peret, se queda sin fuerzas. Entonces tiene que pasar un tiempo ingresado en el hospital de Sant Pau donde, explica, “me lleva la doctora Isabel Illa, que es una eminencia”.

Desde el hospital, desde casa o en el barrio, Petitet ha movido todas las teclas habidas y por haber para cumplir su sueño. Cuenta que fue en el funeral de la madre cuando la enfermedad que aún no le habían diagnostic­ado se manifestó con un severo brote que le inmovilizó y tuvieron que llevarlo en silla de ruedas al cementerio. La miastenia, explica la doctora Illa, es una de esas enfermedad­es raras que afecta a dos de cada 100.000 personas entre los jóvenes hasta los 40 años y hasta 18 personas por cada 100.000 a partir de los 70 años. “Son pacientes que se sienten incomprend­idos porque pueden pasar de encontrars­e bien a, de repente, perder la fuerza en cualquier músculo del cuerpo. Eso puede impedirles desde abrir los ojos a respirar o comer”.

Sabe esta doctora que el caso de Petitet , a quien hubo que operar de un tumor vinculado a la enferme- dad, es el de un luchador nato. Nada lo ha frenado para llamar a una puerta y a otra y desplegar sus dotes de persuasión, gitaneando cuando ha hecho falta, para buscar la complicida­d del distrito de Ciutat Vella, para el que sólo tiene elogios, o la de los artistas con los que subirá al escenario del Liceu.

En esta visita tan especial, como en otros días especiales, lo acompaña el equipo que está rodando una película sobre su historia y que lo siguen con las cámaras. La joven argentina Sofía Amadori empezó un trabajo junto al colectivo de periodista­s Somatens. Luego se incorporó como director Carles Bosch, quien quedó atrapado por el magnetismo de este gitano incansable. “Es la historia de un hombre que no se rinde ante nada; ni siquiera ante una enfermedad que de vez en cuando lo retira de escena. Es el hijo de un personaje secundario, el hijo del palmero de Peret”. Lo dice el mismo gitano: “No hay nada imposible. Si hasta están haciendo una

película; quién sabe si será el Titanic de los gitanos”. Ya imagina el momento de la actuación: Petitet y su Orquesta Sinfònica del Raval. “Porque yo soy del Raval, eso que quede claro en el reportaje. Y no olvide citar mi agradecimi­ento a los que harán posible el milagro: a Joan Albert Amargós, Lucrecia, Carlos Benavent, Granaíno, Chicuelo, Parritas, Kifus, Son como Son, La Rumis. Y a Radio Ciutat de Barcelona. Y al centre cívico de las Drassanes, que nos deja los locales para ensayar”.

 ?? KIM MANRESA ?? Petitet, emocionado al sentarse en la butaca que ocupó su madre, ya fallecida, cuando hace años la llevó a una actuación del Liceu
KIM MANRESA Petitet, emocionado al sentarse en la butaca que ocupó su madre, ya fallecida, cuando hace años la llevó a una actuación del Liceu
 ?? KIM MANRESA ?? En su casa, el gitano rumbero muestra una foto de su madre
KIM MANRESA En su casa, el gitano rumbero muestra una foto de su madre

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