Mirada extranjera al arte español
El Prado reúne las mejores obras de la Hispanic Society
Archer Milton Huntington (18701955), heredero e hijo único del fundador de la compañía de ferrocarriles Central Pacific Railroad y de los astilleros de Newport, una de las mayores fortunas de Estados Unidos, viajó con sólo 12 años a Europa con su madre y dejó anotado en su dietario “me gustaría vivir en un museo”. Con 22 años conoció el museo del Prado y quedó “deslumbrado” por las obras de Velázquez. Fue entonces cuando escribió: “Me gustaría conocer España tal como es y plasmarla en un museo”. Y su deseo pudo hacerse realidad en 1908 al abrir la Hispanic Society of America (HSA) en la parte alta de Manhattan, que posee la más importante colección de arte hispano fuera de España.
Y ahora, la reforma de la sede de este museo en Nueva York ha permitido llevar al Museo del Prado de Madrid una selección de más de doscientas obras, lo mejor de una colección que recoge desde una cerámica campaniforme de dos mil años antes de Cristo hasta una amplia selección de lienzos de Sorolla de los años veinte. Desde tres óleos de Velázquez –“pocos museos del mundo los tienen, ni el Louvre”, apunta Mitchell A. Codding, director de la HSA– hasta obras de Murillo, Zurbarán, el Greco y Goya, y artistas más cercanos como Sorolla, Zuloaga, Gutiérrez Solana, Rusiñol o Casas. Pero también se puede contemplar una Biblia Sacra de París, de 1250, el Mapamundi de Guivanni Vespucci, de 1526, o una Seda de la Alhambra, de aproximadamente el año 1400.
Tesoros de la Hispanic Society of America. Visiones del mundo hispánico se abre al público el próximo martes 4 de abril y permanecerá hasta el 10 de septiembre en tres salas del edificio Jerónimos, destinadas a exposiciones temporales. La muestra, patrocinada por la Fundación BBVA (con 625.000 euros), incluye 220 obras (74 pinturas, 13 esculturas, 42 piezas de cerámica, 21 de artes decorativas, 19 de joyería y orfebrería y 7 texti- les). También reúne 42 manuscritos y documentos procedentes de la excepcional biblioteca que reunió Huntington (acumula unos 250.000 manuscritos y 35.000 libros raros, entre los que se incluyen 250 incunables). Miguel Falomir, el nuevo director del museo del Prado, destacó tres virtudes de esa colección, al margen de la calidad de algunas de las obras: supo entender la diversidad de aportaciones culturales, incluido el legado musulmán; integró con toda naturalidad el arte colonial y del siglo XIX latinoamericano, y reconoció la valía de la intelectualidad española con la adquisición de una serie de retratos de Sorolla y Zuloaga para crear una galería iconográfica donde estaban Unamuno, Machado, Pardo Bazán, Juan Ramón Jiménez, Azorín, Pérez Galdós, Menéndez y Pelayo, Blasco Ibáñez, Pío Baroja... También se refirió al carácter único de esta exposición: “Es como si se hubieran juntado algunas de las mejores piezas del Museo Arqueológico, del Prado, del Museo de América y de la Biblioteca Nacional”.
Por su parte, Mitchell Codding, director del museo HSA y comisario de esta muestra, destaca el hecho de que algunas de estas obras es la primera vez que se ven en España, como el retrato de Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, de Velázquez, o salen por primera vez de la sede de Manhattan, como el óleo Carlos Luis de Ribera, de Federico de Madrazo, y los relicarios de santa Marta y santa María Magdalena, de Juan de Juani. La exposición ha permitido también restaurar y reencontrarse con los colores originales de obras tan importantes como el retrato de La duquesa de Alba, de Goya, y los otros dos óleos de Velázquez:
Retrato de una niña y Camillo Astalli (El cardenal Pamphili).
Se expone por primera vez en España el retrato de Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, de Velázquez
Dentro de la obra pictórica expuesta en la sección de “España moderna” hay cinco artistas catalanes: Santiago Rusiñol (con el óleo Calvario en Sagunto a la caída de la tarde, de 1901), Ramon Casas
(con La Santera, de 1915-1916), Anglada Camarasa (con Muchachas de Burriana (falleras) , de 1910-1911), Isidre Nonell (con La
Roser) y Miguel Viladrich Vilà (con cuatro pinturas). De este último, Huntington llegó a comprar 34 obras. Viladrich había nacido en Torrelameu (Lleida) en 1887 pero en 1939 tuvo que exiliarse a Buenos Aires, donde murió en 1956, y quizás por esa razón su obra es menos conocida.
La exposición se cierra con un documental de 20 minutos que explica la trayectoria de Archer Milton Huntington, ese insólito hispanista, coleccionista y filántropo que dejó los negocios para dedicarse a crear un museo único. Su pasión por la cultura ibérica le llevó a traducir al inglés El cantar
del Mío Cid en tres tomos (en la terraza del museo de Nueva York hay una estatua del Cid, obra de su mujer, la escultora Anna Hyatt). Durante años se dedicó a recorrer anticuarios y galeristas en busca de piezas de arte hispano, generalmente en países extranjeros con la intención de recuperar estas obras y no de sacarlas de España. Mantuvo una estrecha relación con Sorolla, al que encargó la famosa serie sobre las regiones de España para la sede de la Hispanic Society.