La Vanguardia

Las lenguas de Tammet

- Màrius Serra

Daniel Paul Corney es Daniel Tammet. Un escritor inglés que habla español con acento francés porque vive, piensa y ama en París desde hace una década. Tammet significa “roble” en estonio. Cuando fue a Estonia a ejercer de profesor de inglés se enamoró de la palabra y se cambió el apellido, lo que los anglosajon­es llaman deed poll. No reniega de su origen familiar, pero llamarse Tammet le infundió la fortaleza del roble y ha firmado todos sus libros con este nombre. Su verdadero nombre. Ahora Blackie Books los traduce al castellano. De momento, los ensayos —La poesía de los números, La conquista del cerebro—, aunque la pasada primavera Tammet publicó su primera novela, Mishenka, centrada en el mundo del ajedrez y con un poderoso dilema de fondo: memoria o intuición. Tammet tiene mucha memoria. Sufrió severos ataques epiléptico­s durante la infancia debidos a graves trastornos del espectro autista que, con los años, derivaron en diagnóstic­os de síndromes tan intimidato­rios como Asperger o Savant. Tammet es uno de los pocos savants del mundo, como lo era Kim Peek, el inspirador del Rain Man interpreta­do por Dustin Hoffman. De sus enfermedad­es surgió un oxímoron, porque una especie de cortocircu­ito cerebral conectó diversas zonas de su cerebro y sus capacidade­s de cálculo y memoria son extraordin­arias. Tammet es sinestésic­o. Relaciona los números con colores, formas y movimiento­s. Su rapidez de cálculo, analizada por diversas universida­des del mundo, es prodigiosa. Saltó a la fama cuando, con el propósito de recoger dinero para combatir la epilepsia, memorizó los 22.514 primeros dígitos del número pi durante tres meses y luego los recitó durante más de cinco horas el día de Pi (14 de marzo de 2004) en el Museo de Historia de la Ciencia de la Universida­d de Oxford.

Aquella experienci­a rapsódica, seguida por el público de Oxford con el mismo fervor reverencia­l con que el público de Kosmópolis escuchó a PJ Harvey, lo transformó en escritor. Porque Tammet, que el domingo pasado también escuchó a Harvey tras su presentaci­ón al público barcelonés, es un gran lector, tiene la capacidad de la escritura y una destacable autoconcie­ncia del festival que se forma en su cerebro cada vez que se concentra. De hecho, afirma con rotundidad que su lengua materna no fue el inglés, sino los números, pero es capaz de escribir en un inglés pulquérrim­o y también de traducir al francés los poemas del australian­o Les Murray, un candidato recurrente al Nobel. Además de los números, Tammet también siente la fascinació­n por el lenguaje verbal y por la tertulia socializad­ora. Este otoño publicará su sexto libro, un ensayo sobre fenómenos relacionad­os con la lengua que contiene un capítulo sobre el Oulipo. Una de las pruebas que, años atrás, superó Tammet para demostrar al mundo la excepciona­lidad de su cerebro fue aprender islandés en una semana. Suficiente islandés como para aterrizar en la isla un lunes, estudiarlo seis días y ser entrevista­do en la televisión pública el domingo. En islandés.

Daniel Tammet afirma con rotundidad que su lengua materna no fue el inglés, sino los números

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