Sentimiento y evocación
Javier Perianes Lugar y fecha: Palau 100 Piano. Palau de la Música (28/III/2017)
Debo decir que ante la admiración que a veces se siente por grandes músicos como Javier Perianes, uno se pregunta, ante el ejercicio de la crítica y la página en blanco aunque llena de percepciones in mente, cómo el manifestar pequeñas discrepancias no empañe la sensación de lo que fue un gran concierto. Pianista sensible e inquieto en la confección de sus programas –ya nos ha dejado varias reflexiones intertextuales en la línea de su maestro Josep Colom–, Perianes nos propuso dos referencias: Viena, con su primer romanticismo vital, y Granada, como lugar mítico de referencia de modernistas e impresionistas. No es fácil casar ambos contextos, porque en todo caso –y lo confirmó la magnífica Mazurka de Chopin en la propina– el referente de aquella Granada que estaba en el horizonte de los románticos tardíos como Debussy, Albéniz y Falla, era el gran maestro polaco-francés, y no Schubert, claro. En aquellos años 18301840, a través de Chopin, Liszt, Berlioz y otros, París abría una vía en paralelo a la vienesa de Beethoven, Schubert y Mendelssohn. Pero debo decir que nadie nos dijo que se buscase esa relación, y el recital tuvo dos partes muy diferenciadas, una con la Sonata en La mayor de Schubert y sus Tres Piezas para piano, y otra con la trilogía citada. Schubert y Perianes han establecido buena relación y hay exquisitas muestras de ello, pero en esta ocasión –quizá porque abrir el fuego con la Sonata es ejercicio muy exigente– no me llegó un buen resultado. Esta obra necesita un especial tratamiento de la tensión interior del discurso, especialmente en el
Andante central, que apareció algo desarticulado, siempre dentro de un marco de gran musicalidad en toda la obra. Otro punto de desacuerdo: acordes en fortíssimo, que son fuertes pero no brillantes, de pronta contracción, como si algo empañase esa expresión. Las Tres
Piezas para piano D. 946 son de los últimos momentos de la vida de Schubert y sonaron con gran entidad y significado, resaltando los pasajes a modo de lied, el dramatismo de algunas secciones y las muestras de elocuencia y desaliento ante el fin, en un discurso en que Perianes tuvo matices de gran elegancia.
La Granada idealizada llegó con el Homenaje a Debussy en su versión de piano, ya que la obra del Falla pianista fue inicialmente presentada para guitarra con la ayuda de Llobet. Nadie hasta el momento, ni Albéniz ni Granados habían escrito para este instrumento. Debussy había quedado impresionado con La
Vega que le hizo conocer Albéniz, paso previo a la suite Iberia. Los diálogos entre ambos son elocuentes, y Perianes los dejó en claro con el fondo de habaneras y la evocación de La soirée dans Grenade, La Puerta del Vino yla Sérénade interrompue,
de Debussy. Siguió El albaicín de Albéniz y por fin la suite para piano de
El amor brujo de Falla. Versiones plenas de color, una rítmica muy bien trabajada con matices sutiles que generan espacio, en un discurso elocuente recibido con merecidos aplausos. Un maestro en estas referencias que unen Granada a París.
Schubert y Perianes han establecido buena relación y hay exquisitas muestras, pero aquí no llegó un buen resultado