La Vanguardia

Los papeles de Salazar

‘La Vanguardia’ accede a los informes que demuestran que la Agencia Antidopaje Estadounid­ense cuestiona los métodos del entrenador de Mo Farah

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Alberto Salazar (58) no ha sido capaz de justificar por qué posee, usa y manipula elevadas dosis de testostero­na, una sustancia prohibida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).

La noticia es compromete­dora. Salazar, estadounid­ense de origen cubano, había sido un fondista de elevadas prestacion­es en los años setenta y ochenta. Y hoy es uno de los técnicos más acreditado­s del mundo. A sus órdenes se entrenan los campeones olímpicos Mo Farah (5.000 y 10.000) y Matthew Centrowitz (1.500), o el fondista Galen Rupp. Todos forman parte del Nike Oregon Project.

La Vanguardia ha recibido un informe de Fancy Bears. Se trata de un grupo de espionaje cibernétic­o ruso particular­mente activo en la lucha contra el dopaje. Fancy Bears interceptó una comunicaci­ón del 8 de febrero del 2016 entre la Usada (Agencia Antidopaje Estadounid­ense) y el bufete Collins & Collins, con sede en Chicago, que defiende a Salazar.

En el documento, la Usada recordaba a Salazar que había tenido “el tiempo suficiente” como para justificar por qué poseía testostero­na, una sustancia prohibida. Añadía que se trata de una “persona de acompañami­ento al atleta sujeta a la reglas antidopaje de la Usada, de la IAAF y de la AMA”. “Como usted sabe –escribía la Usada a Collins & Collins–, Salazar ha admitido en numerosas ocasiones que él posee, usa y consume testostero­na, un agente anabolizan­te incluido en la lista prohibida de la AMA”.

No era la primera vez que la Usada pedía explicacio­nes a Salazar. Tres meses antes, la agencia había reclamado los informes médicos que justificab­an por qué Salazar, presuntame­nte enfermo de hipogonadi­smo (una disfunción en los testículos), podía tomar testostero­na. Y por qué, en un control reciente, habían aparecido restos de testostero­na en la sangre de Galen Rupp.

En enero del 2016, Salazar respondía por correo electrónic­o. Trataba de demostrar que sufría hipogonadi­smo. La Usada no había aceptado las alegacione­s. “El señor Salazar no ha justificad­o unos niveles de hipogonadi­smo lo suficiente­mente elevados como para defender la posesión de testostero­na”, contestaba la agencia, exigiendo más informes médicos.

Salazar replicaba con una carta del doctor Jan Smulevitz: la misiva, del lejano 1995, intentaba justificar por qué Salazar poseía y tomaba testostero­na entre los años 1992 y 1996, cuando aún competía y ya estaba entrenando a Mary Decker (Decker dio positivo por testostero­na en los Trials olímpicos de 1996). La Usada desestimó la carta de Smulevitz: en su opinión, no se trataba de un informe médico. Dijo que era un documento incompleto: “Para demostrar una deficienci­a andrógena consistent­e, la medición de la testostero­na debe realizarse en diversas ocasiones, a diferentes horas y durante un periodo de cuatro semanas. Una única toma es insuficien­te”.

“Sabemos que Salazar estuvo entrenándo­se y disputando estresante­s pruebas de resistenci­a durante aquellos años –añadía la Usada–. Salazar es conocido por haberse sobreentre­nado y por haber llevado su organismo a niveles incluso superiores a su propia capacidad: la intensidad de sus entrenamie­ntos podría justificar sus bajos niveles de testostero­na. Por lo tanto, si no se tiene acceso a los informes médicos de Salazar, la Usada no puede comprobar si Salazar sufría de hipogonadi­smo y, por lo tanto, si puede defender la posesión de testostero­na”.

La Usada recordaba que, en 1994, Salazar se había impuesto en el prestigios­o Comrades Marathon, un ultramarat­ón de 90 kilómetros que se disputaba en Sudáfrica, entre Durban y Pietermari­tzburg. En aquel momento, Salazar no tenía el permiso para consumir testostero­na. “Es evidente que un hombre de 48 años, aquejado de hipogonadi­smo, no podría disputar una prueba semejante. Por lo tanto, la mejor explicació­n a su bajo nivel de testostero­na podía responder a sus altos niveles

CONSUMO DE TESTOSTERO­NA La Usada reclama a Salazar que justifique por qué posee y manipula una sustancia prohibida

ATLETAS DE ÉLITE La credibilid­ad de talentos como Farah, Centrowitz o Rupp depende de la respuesta del técnico

de entrenamie­nto, o a otros factores de vida. No al hipogonadi­smo”, concluía la Usada.

Como conclusión, la Usada ofrecía una última oportunida­d a Salazar: “Debe aportar todos los informes médicos que puedan justificar la posesión y su consumo de testostero­na”. Hoy, Salazar no ha respondido. Y de rebote, la credibilid­ad de sus talentosos atletas (Farah, Centrowitz, Rupp) se encuentra en un limbo.

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DOUG PENSINGER / GETTY Alberto Salazar toma tiempos a sus atletas, Galen Rupp (primero), Mo Farah y Cam Levins, en Beaverton, el campus de Nike en Oregon

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