La sorda batalla
Vivimos en una época convulsa. Los avances tecnológicos en el tratamiento y difusión de la información han trastocado de arriba abajo los códigos sobre los que habíamos construido las pocas certezas que teníamos. Los hay que lo viven como una terrible regresión. Los hay que lo ven como una oportunidad y sacan partido. Una norma no escrita dice que para que las cosas cambien, junto a una mejora más o menos indiscutible tiene que haber siempre alguna forma de degradación. Antes, dicen, para escuchar música era imprescindible tener enfrente al ser humano que la hacía. Antes, también dicen, sólo daban noticias instituciones que velaban por la calidad de la información. Y así hasta la náusea.
Pensaba en ello esta semana mientras íbamos recibiendo noticias sobre la digestión pesada que habían causado las declaraciones de Gerard Piqué en la junta del Real Madrid. El martes por la noche, a la salida del vestuario de la selección española, el central barcelonista dijo: “Lo que no me gusta del Madrid es ver las personalidades que hay en el palco y cómo mueven los hilos del país”. Hasta ahí, nada extraño. En un programa del corazón que hiciera un retrato de la figura de Florentino Pérez o, incluso, en un vídeo que explicara la historia del club blanco, las mismas insinuaciones sobre la sospechosa acumulación de poder en el palco del Bernabeu se habrían entendido como un halago. Pero cuando Piqué añadió los comentarios sobre el desigual recorrido judicial de las irregularidades fiscales de sus compañeros, en comparación con las de los jugadores blancos, la cosa ya cogió otro color. De repente, las insinuaciones obligaron a la prensa de aquí y de allí a reaccionar, documentando
Trump sabe que la verdad, hoy día, funciona de otra manera; y, como Gerard Piqué, le sabe sacar partido
los diferentes casos, contrastando datos y contradiciendo en la medida de lo posible las sospechas. En el nivel de irritación ya había una noticia.
No hace ni dos meses, el 5 de febrero, en una entrevista especial emitida antes del partido de la Super Bowl, Bill O’Reilly le preguntó al presidente Trump si Putin era o no era un asesino. La recordaréis porque Trump le respondió a O’Reilly aquello de: “¿Crees que nuestro país es muy inocente?”. Pero sobre la entrevista sobrevoló una discusión mucho más central de nuestro tiempo: la necesidad o no de fundamentar las declaraciones del presidente en datos contrastados y hechos objetivos. Central porque es el resultado de esta sorda batalla entre los medios de información tradicionales y las redes sociales. Por primera vez, un individuo ejerce de presidente de EE.UU. sin haber asumido como propio el mandato de rigor que los diarios se imponen a sí mismos. Pero Trump sabe que la verdad, hoy día, funciona de otra manera. Y, como Gerard Piqué, le sabe sacar partido.