La Vanguardia

Acosa que algo queda

- MAITE GUTIÉRREZ

Un grupo de miembros de Nuevas Generacion­es, las juventudes del PP, se acercan a la sede de la CUP en Barcelona. Portan banderas de España y visten polos color azul de marca. Una vez en la puerta del grupo anticapita­lista, lanzan consignas en defensa de la unidad de España y en contra del referéndum sobre la independen­cia de Catalunya. “Viva España”, “nuestro país no se rompe”, “no al referéndum ilegal”. Tiran papeles a la puerta del local y pintan rojigualda­s en su pared. A los jóvenes les acompaña algún diputado popular en el Parlament, que observa la escena con cierto orgullo. Cargos electos que bendicen el acoso a un grupo político rival. Pero es que el objetivo bien lo merece. Luchan por un propósito noble, ellos tienen más altura moral que los antisistem­a, piensan convencido­s.

Los jóvenes intentan acceder a la sede, pero una pareja de Mossos d’Esquadra les impide el paso. Después de este acto de protesta de tintes revolucion­arios, los chicos se van a comer a casa de sus padres y hacen los deberes del instituto o la universida­d.

Al cabo de unas horas, sin embargo, llega la sorpresa: el resto de partidos políticos, incluso los contrarios a la independen­cia, censuran su comportami­ento. ¿Cómo puede ser? El susto, por suerte, dura poco. Más allá de la reprobació­n, no ocurre nada grave. El PP sigue siendo socio prioritari­o de la mayoría de gobierno. Poco importa que su portavoz parlamenta­rio apoyase el acoso a un grupo político rival.

Nada de lo descrito hasta aquí es real. Como es sabido, fue la CUP quien hostigó al PP. Pero, ¿qué hubiera pasado si hubiese ocurrido lo contrario? ¿Qué hubieran dicho los anticapita­listas? ¿Y la opinión pública?

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EFE Fernàndez y Gabriel en la acción ante el PP
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