Los porches de los bazares tratan de dar el salto a la restauración
La suspensión de licencias de Ciutat Vella ralentiza la transformación de los bajos de Xifré
El empresario Tomás Tarruella, uno de los fundadores de los grupos Tragaluz y En Compañía de Lobos, abrió hace un año en los porches de Xifré, en los viejos porches de los bazares de radiocasetes entre el Born y la Barceloneta, el restaurante Green Spot, y hace apenas un mes el Lobito... “Y teníamos previsto abrir un tercero, un oriental –prosigue Tarruella–, ya habíamos hecho una inversión de unos 50.000 euros. Pero en octubre el distrito de Ciutat Vella dictó una suspensión de licencias de al menos un año y por ahora sólo pueden abrirse tiendas de ropa”. Otros dos proyectos de restauración de la zona también quedaron interrumpidos. Tarruella reconoce que la medida fue un traspié, un traspié que se convertirá en varapalo en caso de que el gobierno de la alcaldesa Ada Colau prorrogue esta moratoria un segundo año. Ahora la transformación de los viejos porches de los bazares está ralentizada, en un inquietante paréntesis. Los propietarios de estos inmuebles esperan que la conversión de estos espacios en un nuevo polo de atracción ciudadana les permita financiar la rehabilitación de sus viviendas. Pero las declaraciones del gobierno municipal no son tranquilizadoras. El gobierno dice, con otras palabras, que ya veremos lo que pasa, que lo están revisando todo, que ahora nada es seguro.
“Aquí, antes de las últimas elecciones municipales –retoma Tarruella–, el Ayuntamiento y los propietarios de los porches acordaron un tratamiento especial que permitiría transformar estos bajos en una nueva zona de restaurantes”. Entonces se peatonalizaron calles donde abundaban los orines, se adecuaron escaparates a la normativa, se adecentaron fachadas venidas a menos, se reformaron porterías, se remodelaron locales... De aquella quincena de bazares y joyerías tan típicos hace 30 años hoy apenas quedan cinco. Cinco restaurantes abiertos en los últimos tiempos están tomando el relevo. Este tratamiento especial permitía que en esta manzana se pusieran en funcionamiento nuevos negocios de hostelería con nuevas licencias, sin necesidad, como ocurría en el resto de Ciutat Vella, de tener que comprar una que ya estuviera en funcionamiento. Entonces, en el mandato anterior, el Ayuntamiento también estudió cómo paliar el aislamiento de este enclave en verdad privilegiado, y se planteó la apertura de un paso de peatones que mejorase la comunicación con el Born, de ajardinar la parte de atrás para abrirse a la Barceloneta, al Moll de la Fusta, al Maremàgnum... “Por aquí –asegura Tarruella–, por el paseo Isabel II, por el Moll de la Fusta, pasan riadas de gente, pero la mayoría esquiva los porches. Cuesta mucho que la gente venga. Esta zona todavía está muerta. Si no la potenciamos, si no continuamos con el plan, no aguantaremos más de un año. El Ayuntamiento tendría que ser más cuidadoso a la hora de plantear sus moratorias, considerar sus consecuencias”. Según el distrito que dirige la edil Gala Pin, la moratoria se estableció para elaborar un nuevo plan de usos, un nuevo plan que determinará si los porches continúan disfrutando de aquel tratamiento especial.
Los propietarios des estos históricos porches del siglo XIX expli-
RENOVACIÓN COMERCIAL Las tiendas de electrónica propias de esta zona van cerrando lentamente
UN ESPACIO AISLADO Los empresarios piden mejores accesos para que la gente no rodee el lugar y pase de largo
can que a medida que aquellos comercios de productos electrónicos de toda la vida echaban la persiana de manera definitiva, porque eran traspasados, porque veían extinguidos sus contratos de renta antigua, porque en estos tiempos de grandes superficies dedicadas a las nuevas tecnologías la gente ya no espera encontrar aquí grandes gangas, comenzaron a escuchar ofertas. “Fuimos muy selectivos a la hora de seleccionar los operadores –aseguran los propietarios–, rechazamos ofertas de restaurantes de comida rápida oriental, de los típicos negocios de paella y sangría, de algunos empresarios rusos... Nuestro objetivo es crear una nueva zona de ocio que atraiga a los barceloneses, donde se mezclen tiendas de ropa y restauración, que no se parezca ni a la Rambla ni a un centro comercial con marcas muy conocidas. Tampoco queremos discotecas. Si finalmente no dejan abrir más restaurantes, nos decidiremos por las tiendas de ropa, por diseñadores locales que le den personalidad a la zona”.
El sentido de esta operación, prosiguen los propietarios, “es obtener ingresos que permitan rehabilitar las viviendas, no devaluarlas”. En los porches de Xifré hay unas 80 viviendas, unas 160 en toda la manzana. “Las estamos reformando poco a poco, a medida que se extinguen los contratos. Aquí aún hay una gran variedad de contratos, siempre vivió gente muy dispar, marineros, familias circenses, productores musicales, artistas que se montan su propio taller... El problema de estos pisos es que son muy grandes, de cerca de 200 m2, demasiado para una familia convencional, y legalmente no se pueden dividir. Aun así queremos plantear contratos de alquiler de varios años, a unos 12 €/m2. También estamos ultimando la renovación del alcantarillado, del suministro eléctrico... y estamos acondicionando el viejo pasaje. Hubo que cerrarlo porque se convirtió en un punto donde venía gente a hacer cosas a escondidas... La restauración es el uso más rentable. Si la moratoria termina en octubre no tendremos problemas. Nuestra relación con la concejal Pin es buena. Y si sólo nos dejan poner tiendas, seguiremos adelante con el proceso, aunque lo hagamos de un modo más lento. Lo único que necesitamos es un poco de estabilidad, que la suspensión termine como está previsto”.