Trump rectifica y resta poder al extremista Bannon
El jefe de estrategia del presidente cae del Consejo de Seguridad Nacional
Stephen Bannon, un ultraderechista responsable de las decisiones más polémicas de la nueva Administración estadounidense, ha sido destituido como miembro del Consejo de Seguridad Nacional, aunque seguirá como jefe de estrategia de la Casa Blanca.
Todo apunta a que Stephen Bannon, el jefe de la estrategia de la Casa Blanca, a quien se atribuyen las decisiones más controvertidas y escandalosas de la nueva Administración estadounidense, acordes con su trayectoria ultraderechista, está cayendo en desgracia. Donald Trump ha accedido a destituirlo como miembro del Consejo de Seguridad Nacional, rectificando así una de las decisiones más controvertidas de su mandato, que generó enorme preocupación en el Pentágono y el Departamento de Estado.
Se atribuyó al propio Bannon la decisión de incorporarse al Consejo de más alto nivel que asesora al presidente en los momentos más difíciles, especialmente cuestiones de guerra y de política exterior. Se colocó junto a los secretarios de Estado y de Defensa y, en una decisión que no tenía precedentes, retiró del organigrama nada menos que al jefe del Estado Mayor conjunto y al director de Inteligencia. La incorporación de Bannon se interpretó como un serio riesgo de politizar con el principal agitador las decisiones que competían a la seguridad, y la relegación de los jefes militar y de Inteligencia como una estupidez antioperativa. Algunos analistas como el premio Pulitzer Thomas Friedman llegaron a apelar a la responsabilidad de los secretarios de Estado, de Defensa, de Seguridad de “trazar líneas rojas al presidente Trump y revertir la podredumbre moral de la nueva Administración”.
La rectificación de Trump y la caída de Bannon tiene algo que ver con el Rusiagate. El general Michael Flynn, el primer consejero de Seguridad Nacional que nombró Trump, tuvo que dimitir por haber ocultado sus relaciones con autoridades rusas. Le sustituyó otro general, Herbert McMaster, que ha vuelto a poner las cosas en su sitio. El Consejo vuelve a tener el organigrama habitual y de la misma manera que se destituye al jefe de estrategia de la Casa Blanca, se incorporan el jefe del Estado Mayor Conjunto y al Director de Inteligencia Nacional, el director de la CIA y la embajadora en las Naciones Unidas.
Que Donald Trump haya accedido a que McMaster imponga su criterio sobre el de Bannon resulta significativo. Tiene la carga de una desautorización del que se consideraba el hombre fuerte de la Casa Blanca con permiso del yerno del comandante en jefe, Jared Kushner. El New York Times llegó a preguntarse en un editorial si Bannon era el auténtico presidente, el que tomaba las decisiones. Hasta ahora, casi todo en lo que ha intervenido Bannon ha salido mal. Fue el redactor de la primera orden ejecutiva que prohibía la entrada de nacionales de siete países musulmanes y los tribunales la suspendieron. También Bannon tuvo un papel protagonista en la negociación de la contrarreforma sanitaria con los grupos ultraconservadores y fracasó estrepitosamente. También está Bannon detrás de la acusación de espionaje formulada por Donald Trump contra su antecesor Barack Obama, una andanada desmentida por todos los que podrían saberlo.
Con todo, ayer Trump insistió en que Susan Rice, ex consejera de Seguridad con Obama “cometió un delito” por espiar a su equipo de campaña y por “filtrar” a los medios el resultado de las investigaciones. Rice ha desmentido haber cometido irregularidad, aunque sí es cierto que la vigilancia de los contactos de los hombres de Trump con los rusos empezó varios meses antes de las elecciones. “Es una de las grandes historias de nuestro tiempo, para EE.UU. y para el mundo entero”, aseguró Trump a The Times.
El nuevo consejero, Herbert McMaster, se impone sobre el mayor agitador de la Casa Blanca