La epidemia de la nostalgia
ZYGMUNT Bauman es uno de los personajes más interesantes para entender los cambios en el mundo en los últimos años. Este sociólogo aportó el concepto de pensamiento líquido como aquel que diluye en poco tiempo las metas fijadas, para cambiarlas por otras más convenientes a cada momento. El resultado ha sido una sociedad imprevisible, alterada y desconcertante, dominada por una manera de pensar caótica y efímera, donde a menudo se subvierten los principios morales. Meses antes de morir –Bauman nos dejó el 9 de enero de este año, a los 91 años– aún envió a la editorial su último libro, titulado Retrotopía (Paidós), que acaba de publicarse, donde sostiene que como resultado de la derrota de la utopía (por ejemplo, del Estado de bienestar que crecía imparablemente en Occidente y se extendía a otros países emergentes) el mundo se ha refugiado en la nostalgia. El autor se vale de la profesora Svetlana Boym para definir la nostalgia como “un sentimiento de pérdida y desplazamiento, pero también un idilio romántico con nuestra propia fantasía personal”. Su diagnóstico es claro: el mundo moderno está aquejado de una epidemia global de nostalgia, de un anhelo afectivo de una comunidad dotada de una memoria colectiva, de un ansia de continuidad en un mundo fragmentado. Es, en definitiva, un mecanismo de defensa de los ritmos acelerados y de las convulsiones históricas.
En la UE, sentimos añoranza de aquella Europa unida, fuerte y solidaria por la que la gente porfiaba. En España, recordamos con nostalgia cuando el país superaba en riqueza a Italia y amenazaba con adelantar a Francia. En Catalunya, experimentamos la melancolía por las políticas pactistas que no estresaban al país. Puede que nada de todo eso fuera tan real como ahora nos parece, pero al menos resultaba estimulante. Aunque quizás deberíamos recordar a Joaquín Sabina cuando cantaba que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.