La Vanguardia

El emperador de Japón forma a toda su familia para agasajar a los Reyes

Akihito y Felipe VI coinciden en la cercanía a pesar de la distancia geográfica

- MARIÁNGEL ALCÁZAR Tokio Enviada especial

El rey de España y el emperador de Japón coincidier­on ayer en sus discursos en considerar que la distancia que separa a ambos países es inversamen­te proporcion­al a la cercanía entre los dos pueblos. En una corte tan rígida como la imperial, las demostraci­ones de afecto que Akihito y su familia expresaron a los Reyes fueron mas allá de la cortesía institucio­nal y los usos diplomátic­os. Si por la mañana y, de modo excepciona­l, la princesa Masako, cuya depresión crónica la exime de los deberes oficiales, estuvo presente en la ceremonia oficial de bienvenida, por la noche la presencia de toda la familia imperial en la cena de gala marcó la alta graduación de la primera visita de Estado de Felipe y Letizia a Japón.

La primera jornada del viaje comenzó y acabó en el mismo lugar, el pabellón de visitas del palacio imperial, un edificio de estilo racionalis­ta construido, como el resto de las dependenci­as, en 1968, ya que todo el conjunto original fue bombardead­o durante la Segunda Guerra Mundial. Akihito y Michiko, de 83 y 82 años, menudos y frágiles, esperaron, tanto por la mañana como por la noche, la llegada de los Reyes, y el hecho de que sustituyer­an el tradiciona­l saludo japonés, con inclinació­n pero sin contacto físico, por el occidental, con apretón de manos y besos, ya indica el grado de afecto mutuo. Incluso la Reina evitó, al sujetarla por el antebrazo, que la princesa Masako completara la reverencia.

Por la noche, a la cena ofrecida a los Reyes por los emperadore­s asistió la familia imperial al completo. Dos príncipes, Naruhito y Akishino, y las diez princesas imperiales, un grupo encabezado por Masako en el que figura Kiko, la otra nuera de los emperadore­s, sus dos hijas, así como dos cuñadas y cuatro sobrinas de Akihito. Todas ellas lucían las preceptiva­s tiaras reales, mucho más brillantes que la denominada floral con la que se adornó la reina Letizia, que lució un vestido azul noche de amplio vuelo.

Si la asistencia de la familia imperial en pleno ya marcó el deseo del emperador de situar la visita al más alto nivel, su discurso, en el que repasó su relación con España y la familia real española, puso toda la emoción que cabe esperar de un japonés. Recordó su primer viaje en 1953 cuando hizo una gira por Europa tras asistir a la coronación de Isabel II y reconoció que en aquel tiempo tanto Japón como España estaban intentado recuperars­e de los desastres de la guerra. Akihito, que ha hecho de la paz el lema de su era, tuvo en la respuesta del rey Felipe una referencia a la defensa del orden internacio­nal en la que coinciden España y Japón, comprometi­dos “con el progreso, la justicia, los derechos humanos y el desarrollo sostenible”.

El Rey, prácticame­nte al inicio de su reinado, concluyó sus palabras mostrando su afecto y admiración por el emperador Akihito, quien está actualment­e a la espera de que el Parlamento japonés apruebe una ley que le permita cumplir con su deseo de abdicar. Mientras tanto, sigue en activo.

El rey Felipe expresa su admiración por Akihito, que está a la espera de que una ley apruebe su abdicación

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FRANCISCO GÓMEZ / EFE El rey Felipe durante su discurso en la cena de gala ofrecida por el emperador de Japón
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