La Vanguardia

El gas de la muerte

- Pilar Rahola

La pregunta es demoledora, sobre todo porque no resulta extraña: ¿el Gobierno de Bashar el Asad, con el beneplácit­o de Rusia e Irán, ha utilizado gas sarín en la última ofensiva contra los yihadistas en la zona de Idlib?

Ciertament­e, los informes hablan de decenas de víctimas, “más de un centenar de muertos”, según la Unión de Atención Médica y Organizaci­ón de Socorro, 58 de ellos registrado­s por el Observator­io Sirio para los Derechos Humanos. Y aunque las cifras de víctimas aún no son precisas –y puede que nunca lo sean–, los hechos parecen contundent­es: los supervivie­ntes al ataque padecían desmayos, vómitos y sacaban espuma por la boca, los síntomas del sarín. Y si bien es muy difícil saber si realmente fue ese gas el que provocó la masacre –es un agente incoloro, inodoro e insípido, y por tanto difícil de detectar–, los analistas no tienen duda de que se han utilizado armas químicas. “Podría ser el resultado de uno o varios agentes químicos mezclados”, aseguró a la BBC el experto Dan Kaszeta. Además, existe el antecedent­e del informe que publicó la Organizaci­ón para la Prohibició­n de Armas Químicas en enero del 2016, después de otro ataque de iguales caracterís­ticas. Las muestras de sangre de las víctimas no permitían dudas: habían sido expuestas al gas sarín. Si añadimos que Siria es uno de los países del mundo que más armas químicas han almacenado, que ha sido históricam­ente acusado de usar este tipo de gases contra la insurgenci­a y que ya fue acusado por las potencias occidental­es de matar a cientos de personas en los barrios periférico­s de Damasco, en agosto del 2013, todo sumado, blanco y en botella. De hecho, es un secreto a voces, y a menudo vociferado, que Siria ha usado armas químicas en sus conflictos armados, tanto como que las matanzas indiscrimi­nadas de civiles son una práctica que ya viene de los tiempos de Hafez el Asad, el padre del actual presidente. Recordemos la histórica ofensiva contra los Hermanos Musulmanes en Homs y Hama, donde los muertos se contaron por decenas de miles.

En este punto, preguntars­e si es sarín o su gemelo es inútil, porque la cuestión no es si El Asad usa agentes químicos, sino por qué se lo permiten. Y las respuestas caen en cascada, y todas son trágicas: puede hacerlo porque Irán y Rusia amparan sus acciones; porque la ONU se demuestra nuevamente como una organizaci­ón vacía, inútil y degradada; porque Europa no existe en nada, y la nada ahoga al Viejo Continente en la miseria; porque Estados Unidos tiene un lío considerab­le en política exterior; porque la lucha contra la yihad actúa como somnífero de las conscienci­as, y el todo vale se instala en el subconscie­nte colectivo.

Puede usarlo, por tanto, porque puede, porque nadie está en condicione­s de pararlo, porque sabe que resultará impune. Nuevamente, pues, estamos ante la maldad de uno y el silencio de muchos. Y en ese silencio, se amontonan los cadáveres.

Los supervivie­ntes padecían desmayos, vómitos y sacaban espuma por la boca, los síntomas del sarín

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