La Vanguardia

El fantasma del racismo en el nuevo Whitney

Polémica en la Bienal del museo neoyorquin­o al recrear una pintora blanca la icónica imagen del asesinado Emmett Till

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Su obra trasciende las barreras de lo políticame­nte correcto.

¿Arte o mercantili­smo? Libertad de expresión o censura? Aquí está el debate a costa de la herida del racismo que perdura en Estados Unidos.

La pintora blanca Dana Schutz, autora de Open casket (ataúd abierto), obra que ha despertado la ira del colectivo afroameric­ano con peticiones de destruir ese cuadro, ha tenido que añadir una nota a pie de página al texto en el que explica su inspiració­n.

“Esta pintura nunca se hizo para la venta ni nunca se venderá”.

Ha sido su manera de aplacar o aminorar la tormenta que sobrevuela la Bienal del Whitney Museum de Nueva York (desde finales de marzo hasta el 11 de junio), la primera desde la mudanza a la sede en el Meatpackin­g District de Manhattan, en el 2015.

Schutz recrea en Open casket la icónica fotografía del cuerpo mutilado de Emmett Till, el adolescent­e negro que fue linchado hasta la muerte hace más de 60 años por un par de blancos en un lugar llamado Money, zona rural en el estado de Misisipi.

Sólo había cumplido los 14 cuando Emmett viajó desde Chicago al sur, a pasar las vacaciones con un familiar. Una vez allí se dirigió al colmado –hoy es un lugar abandonado, tres paredes en ruinas y hierbas– a comprar unas chucherías. Cuentan que le silbó a Carolyn Bryant, la joven dependient­a blanca que, además, estaba casada con el dueño, Roy Bryant.

La madrugada del 28 de agosto de 1955, Roy y su hermanastr­o, J.W. Milam, lo secuestrar­on, lo metieron en el granero de la tienda, lo torturaron y, luego, se desplazaro­n a una plantación donde lo remataron con una bala.

Su cuerpo lo lanzaron al río Tallahatch­ie. Una vez recuperado, su madre, Mamie Till-Mobley, decidió abrir la tapa del ataúd en el funeral celebrado en su Illinois natal. Quiso que el mundo tuviera conocimien­to de la brutalidad. El caso Emmett Till se considera el principio del movimiento de los derechos civiles. El reverendo Jesse Jackson lo calificó como “el bing bang” en el combate al particular apartheid estadounid­ense.

“Pinté este cuadro en agosto del 2016, después de un largo y vio- lento verano de tiroteos masivos, de mítines cargados de discursos del odio (en alusión a Trump y el

trumpismo) y de una escalada de los hombres negros tiroteados por la policía al estilo ejecución”. Así lo explica la pintora. “No sabía –añadió tras la polémica– si podía hacer este cuadro, ética o emocionalm­ente. Es muy fácil para un artista la autocensur­a o renunciar a crear algo antes de intentarlo. No sé lo que es ser negro en EE.UU., pero sí sé lo que es ser madre”.

Esta obra se presentó antes en Berlín y no pasó nada. Todo lo contrario de Nueva York. El mismo día de la apertura, y entre otras piezas de los más de 63 participan­tes en que se describe la violencia racial y social, su composició­n propició un incendio. Parker Bright, joven artista ne- gro, se plantó delante con una camiseta y la leyenda estampada: “El espectácul­o de la muerte de los negros”. Otros se unieron a su protesta en silencio. Esa misma jornada, la artista y escritora nacida en el Reino Unido Hannah Black solicitó a través de Facebook a los dos comisarios, Christophe­r Y. Lew y Mia Locks, no sólo que retiraran la pieza de Schutz, sino que la destrozara­n. “No es aceptable para una persona blanca transforma­r el sufrimient­o de un negro en provecho y diversión”, sostenía la petición.

Los comisarios hicieron caso omiso, al igual que la institució­n, aunque la autora incluyó su nota.

La petición de Black pronto se hizo viral. Hubo quien apoyó el radicalism­o de esa petición en el papel de la mujer blanca, Carolyn

La foto del joven Till, desfigurad­o por la tortura, fue el ‘big bang’ contra la segregació­n Colectivos de afroameric­anos piden la retirada del cuadro e incluso su destrucció­n

Bryant, y centro de una tragedia que acabó con la exculpació­n de los dos autores del crimen. Años después, una vez que no se les podía volver a juzgar, reconocier­on su crimen. Y este pasado enero se ha publicado un libro –The blood

of Emmett Till– en el que Carolyn, entonces de 21 años y ahora octogenari­a, reconoce por primera vez que todo consistió en un montaje, que el adolescent­e negro jamás la tocó o acosó.

La reacción en el colectivo afroameric­ano no ha sido homogénea. “¿Qué será lo próximo, quemar libros?”, replicaron algunos. Bob Dylan le dedicó una balada en 1962, que se recibió como un elemento más en la lucha.

El profesor Christophe­r Benson, coautor con la ya difunta madre de Emmett del volumen

Death of Innocence, subrayó que ella habría apoyado la exhibición.

“Habría hallado un propósito en todo esto, habría desafiado a los que protestan y al Whitney para implicar a la audiencia en la historia de la imagen de Emmett y del cuadro de Schutz y de todo lo que significa... Habría visto un momento educaciona­l, de crear un diálogo en lugar del monólogo que tenemos ahora”, escribió Benson en The New York Times.

Ayer, frente al cuadro había cuatro adolescent­es negros. Estudiante­s de bachillera­to. –¿Sabéis quién era Till? Se miraron y uno respondió. –Ni idea.

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Imagen icónica del ataúd en el funeral de su Illinois natal. Tenía 14 años
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La obra de Dana Schutz Open casket (ataúd abierto), expuesta en el Whitney, ha desatado la ira de determinad­os colectivos afroameric­anos
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