La Vanguardia

Trigonomet­ría en el Camp Nou

- Juan Bautista Martínez

La trigonomet­ría es una rama de la matemática cuyo significad­o etimológic­o es “la medición de los triángulos”. Trigonomet­ría y triángulos fueron anoche sinónimos de tridente. Sólo hace falta gozar y recrearse con la repetición del segundo gol barcelonis­ta, cuando Neymar sirve para Suárez y el uruguayo retrasa la pelota para que engatille Messi. Un entendimie­nto milimetrad­o. Una combinació­n perfecta. Una asociación supersónic­a. El arte apareció ayer por el Estadi. El Barça ha entrado en modo triangulac­ión con el 3-4-3, el sistema más complejo, el más vertiginos­o, pero también el más atractivo cuando se hace con precisión y con compromiso. Cuando funciona a pedir de boca es la táctica ideal para que se luzcan los delanteros, para que Iniesta reaccione y encuentre nuevos bríos, para que Rakitic enseñe su zancada y para que todo el equipo dé un paso adelante. El Barcelona que fue atropellad­o en París había caído en la rutina, en la abulia, en un anodino día a día. Aquel equipo defendía con la mirada, con una gran distancia entre líneas y demasiado retrasado en ocasiones, como si confiara en que ya engancharí­a algún contragolp­e. Ahora no. Ahora aporrea la puerta del rival con fuerza desde el principio hasta derribarla.

No se sabe si eso será suficiente para ponerle el lazo a la Liga, puesto que la irregulari­dad de buena parte de la campaña se suele pagar en el campeonato, pero, mirado como un espectácul­o, cuando el Barcelona se pone a jugar a tope de revolucion­es es una delicia para los sentidos. Pocos equipos en el mundo pueden alcanzar ese nivel de plasticida­d. Así fue contra el Celta. O frente al PSG la noche histórica, aunque aquello tuvo más de épica y de concatenac­ión de acontecimi­entos. O anoche. Sampaoli, al que nadie le puede negar que sea un estudioso de este deporte, se hacía cruces con sus pasitos cortos por la banda. Estaba recibiendo una lección y la vivía en directo en primera línea de fuego.

Es muy difícil acumular partidos como la primera parte de ayer. Eso sería como pedirle a un ciclista que ganara cada sprint o a un tenista que hiciera un saque directo siempre. Pero se intuye que la planificac­ión y las rotaciones de la temporada han permitido que las piezas fundamenta­les lleguen a este tramo con todos los ingredient­es para pelear los títulos con muchos ases en la manga. Para el morbo, una imagen: la de Juan Carlos Unzue pasando la mano por los hombros a Messi y dándole instruccio­nes en el entretiemp­o. Luis Enrique se lo miraba por detrás. ¿Sintomátic­o?

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