La Vanguardia

Más cerca que nunca

- ISIDRE AMBRÓS Madrid

El himno de Corea del Sur sonó en Pyonyang mientras la bandera de aquel país ondeaba al viento, un acontecimi­ento inédito desde la partición de la península en dos mitades, debido al enfrentami­ento de las seleccione­s de fútbol femeninas de ambos países.

Las dos Coreas se enfrentan por primera vez en una contienda oficial de fútbol en Pyongyang Los equipos femeninos de fútbol empatan a uno y evitan la deshonra de una derrota

Kim Il Sung, el padre de la patria norcoreana y fundador de la dinastía que a lo largo de tres generacion­es dirige el régimen estalinist­a de Corea del Norte, no lo ha visto, pero el estadio que lleva su nombre en Pyongyang acogió ayer el primer partido oficial de fútbol entre las seleccione­s de las dos Coreas. Fue el primer encuentro entre los dos países, que siguen enfrentado­s desde la guerra civil de 1950-53 y que atraviesan ahora mismo por una fase de gran tensión, debido al último lanzamient­o de un misil por parte de Pyongyang.

El Taegeukgi, la bandera de Corea del Sur, ondeó ayer por la tarde en el estadio Kim IlSung de Pyongyang, al tiempo que sonaba el himno nacional de este país. Fue la primera ocasión desde que la península coreana se halla dividida por el paralelo 38, la última frontera de la guerra fría y una de las zonas más militariza­das del planeta, que los símbolos nacionales de Seúl aparecían en la capital del país que lídera Kim Jong Un, el nieto de Kim Il Sung.

El motivo de este acontecimi­ento fue el partido de fútbol que enfrentó a las seleccione­s femeninas de ambos lados de la frontera. Un encuentro crucial para la clasificac­ión de la copa asiática femenina de este deporte, que se celebrará en Jordania en el 2018.

Con anteriorid­ad, los equipos de fútbol masculino de las dos Coreas disputaron un encuentro amistoso en 1990 en el mismo estadio con el objetivo de promover la unificació­n, pero en un ambiente más tenso. En aquella ocasión, el Norte venció al Sur por dos goles a uno, pero entonces no hubo ni himnos, ni banderas. Ahora, en cambio, a pesar de la tirantez política existente, las más de 40.000 personas que asistieron al partido escucharon puestas en pie el himno del equipo surcoreano, antes de entonar el canto patriótico de su combinado.

El encuentro fue emocionant­e. El equipo local se adelantó con un gol en los minutos de descuento de la primera mitad, pero las del sur neutraliza­ron esta ventaja cuando faltaba menos de un cuarto de hora para terminar el partido. Un empate que permitió salvar la honra a los dos equipos, pero que les obligará a esforzarse a marcar el máximo número de goles en los otros partidos con el resto de adversario­s de su grupo, India, Uzbekistán y Hong Kong, para liderar la liguilla y pasar la eliminator­ia.

La celebració­n del partido se mantuvo sin embargo en su suspense hasta pocos días antes. Desde que se conoció, en enero pasado, que los dos equipos estaban en el mismo grupo, Seúl mantuvo la incertidum­bre acerca de permitir a sus jugadoras desplazars­e a Pyongyang. Las autoridade­s surcoreana­s exigieron a sus vecinos del norte garantías de que no les ocurriría nada, que no serían secuestrad­as, ni víctimas de ningún atentado, y no dieron su luz verde al viaje hasta el mes pasado, a pesar de los lanzamient­os de misiles realizados por Corea del Norte.

En este desenlace influyó el sentido común que mantienen las dos capitales a la hora de separar el deporte de sus enfrentami­entos políticos. Un criterio que ha servido, en varias ocasiones, para apaciguar momentos de tensión álgida. Ahora, sin embargo, el Gobierno de Seúl se ha apresurado a señalar que este partido era sólo un intercambi­o deportivo y no conduciría a ninguna otra forma de diálogo, dadas las actuales tensiones, según la agencia Yonhap.

Y es que esta es la realidad imperante. Seúl y Pyongyang sólo parecen entenderse en las competicio­nes deportivas. En varias ocasiones, los juegos olímpicos han sido el marco de reconcilia­ciones entre atletas de ambos lados de la frontera. En los juegos celebrados en Sydney en el 2000, desfilaron juntos, por primera vez, bajo una misma bandera y en agosto pasado, en los juegos de Río, la gimnasta surcoreana Lee Eunju causó revuelo al hacerse una selfie con la norcoreana Hong Unjong. Unos gestos a favor de la distensión que se han quedado en el terreno de juego que no han servido de ejemplos a sus dirigentes políticos.

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STRINGER / REUTERS Alta tensión. El partido, férreament­e controlado por el régimen norcoreano, estuvo a punto de no celebrarse por los temores de Corea del Sur
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