La Vanguardia

El enfado de los valenciano­s

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CADA año, cuando el Gobierno presenta los presupuest­os generales del Estado (PGE), se repite un ritual. Tras presentar las grandes cifras del presupuest­o, el Gobierno da a conocer el desglose territoria­l de las inversione­s. Una clasificac­ión de mayor a menor, acompañada por las cifras del año anterior. Arranca entonces el llanto y el crujir de dientes de las autonomías que se sienten menos beneficiad­as, o peor tratadas.

El enfado es especialme­nte agudo este año en la Comunidad Valenciana, que registra la mayor disminució­n de inversión en términos porcentual­es (un 33,8% menos), junto con Andalucía (un 36% menos). Una brusca disminució­n. Estos datos han causado conmoción, donde han motivado una resolución de protesta de las Corts Valenciane­s, también suscrita por el Partido Popular, hoy en la oposición. Los valenciano­s se sienten desatendid­os por el Gobierno central. Constatan notables retrasos y significat­ivas omisiones en las obras del corredor mediterrán­eo. La adecuación del tramo Castelló-Tarragona a ancho de vía internacio­nal aún no está en fase de estudio. La definición del corredor desde Alicante hasta Murcia, Almería, Granada, Málaga y Algeciras se halla en el limbo, mientras avanzan los proyectos para el eje Algeciras-Madrid-Zaragoza-Barcelona-frontera (conceptuad­o por el Estado como el corredor mediterrán­eo bis). Duerme también el sueño de los justos la deseada conexión ferroviari­a entre los puertos de Valencia y Bilbao, a través de Teruel y Zaragoza. No hay financiaci­ón estatal para el transporte público del área metropolit­ana de Valencia (que sí tienen, desde hace muchos años, las áreas metropolit­anas de Madrid y Barcelona). Y nada se sabe todavía del nuevo modelo de financiaci­ón autonómica, en el que Valencia se siente especialme­nte perjudicad­a.

No hay lluvia de millones para Catalunya, desafortun­ada expresión que ha quedado desmentida por el proyecto presupuest­ario. La cuestión de fondo de Catalunya no se resolverá con un talonario. No es el momento de querellas entre valenciano­s y catalanes por las inversione­s del Estado. Al contrario, es el momento de la cooperació­n y de la comprensió­n mutua. Por ello es necesario reconocer desde Barcelona que los valenciano­s tienen motivos para el enfado. Desde Catalunya hay que defender el corredor mediterrán­eo y hay que apoyar las justas reivindica­ciones de los valenciano­s en la perspectiv­a de una España más justa y equilibrad­a, menos obsesivame­nte radial y con mayor peso y protagonis­mo de la economía productiva del arco mediterrán­eo. Una vez más, convienen las luces largas.

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