La Vanguardia

Dopaje tecnológic­o o progreso

La innovación abre un nuevo debate entre los deportista­s

- ESTEVE GIRALT

La tecnología, que avanza imparable, aliada con el deporte, que constantem­ente intenta superar los límites, para correr más rápido, saltar más alto o llegar más lejos. La unión no es nueva, pero sí el alcance de la transforma­ción, gracias a la potencia de la innovación, de la mano de los denominado­s biomateria­les y de los materiales inteligent­es, sean zapatillas súper elásticas o ropas ultraliger­as que analizan además el estado del organismo durante el esfuerzo. Para unos es una evolución natural, un progreso necesario para mejorar el rendimient­o físico y la eficiencia del deportista. “La humanidad no puede avanzar sin el desarrollo tecnológic­o”, explica desde California Mounir Zok, el director de tecnología e innovación del comité olímpico de Estados Unidos.

Para otros, la tecnología es una herramient­a que, de tan poderosa, puede acabar por adulterar la propia esencia del deporte al permitir superar límites físicos de forma artificial. Algunos hablan incluso de dopaje tecnológic­o. El maratón y la histórica barrera de las dos horas se han convertido en terreno abonado para los investigad­ores. “Bajar de las dos horas en condicione­s normales me parece una utopía. Hoy en día, no hay un atleta capaz de hacerlo sin esta ayuda”, sostiene Germán González, entrenador especialis­ta en la larga distancia.

La ayuda de la que habla González, preparador de la fondista Paula González Berodia, tiene la forma de unas zapatillas de aspecto y nombre futurista: Zoom VaporFly Elite. El gigante Nike acaba de presentar unas zapatillas con una controvert­ida placa de fibra de carbono en la suela, diseñadas especialme­nte para bajar de las dos horas, gracias a una mejora sustancial en la eficiencia de la zancada. El invento, con vocación también publicitar­ia, ha tenido la virtud de agitar el debate sobre los límites de la innovación incluso antes de que los atletas profesiona­les prueben en público las polémicas zapatillas.

“Se trata de una forma de dopaje tecnológic­o elevada al cubo, es como si pusieras unos muelles en los pies del corredor. La clave está en la elasticida­d, estos biomateria­les son miles de veces más elásticos que nuestros músculos, tendones y ligamentos; y la energía se restituye de una forma mucho más eficien- te”, subraya Jordi Porta, catedrátic­o de Inefc y fundador de la Escola Catalana de Cineantrop­ometria (ECC).

“Han querido aprovechar un poco la experienci­a de las prótesis de piernas. En el caso de Oscar Pistorius se vio que quizás podía ayudar algún dispositiv­o con una rigidez superior a la del organismo para transferir mejor la energía”, explica el profesor Josep Maria Padullés (Inefc), pionero en el estudio y aplicación de la tecnología en el deporte. “Constantem­ente se hacen cosas similares. En 1994 yo ya hice unas plantillas que iban dentro de la zapatilla, en aluminio; en Alemania se hicieron en fibra de vidrio, para mantener una rigidez en la parte anterior del pie, en ciertas especialid­ades, en este caso para los saltos”, recuerda Padullés.

“Cuando se produzcan mejoras de rendimient­o muy sustancial­es gracias a la tecnología, en el ámbito regulador se prohibirá; si las mejoras son más aleatorias, con más margen de error, no”, razona el fisiólogo Jordi Ferré (URV), dedicado a la investigac­ión en tecnología del deporte. ¿Pero cómo establecer los límites? ¿Por qué algunas innovacion­es quedan vetadas, como ha sucedido en la historia del atletismo o la natación, y en cambio otros

cambios se acaban adaptando como una evolución necesaria?

“Segurament­e sí que se irán poniendo algunos tipos de límites. No creo que el caso de las zapatillas del maratón sea suficiente­mente significat­ivo como para crear nueva reglamenta­ción. Se deberá validar en el laboratori­o si puede dar algún tipo de ayuda”, añade Padullés. “Se debería saber cuál es el criterio para juzgar una solución como una ventaja injusta. Todas las marcas han desarrolla­do sistemas de amortiguac­ión con dos funciones: absorber el impacto del corredor y retornar este impacto en una reacción de magnitud parecida; la lucha está en la pérdida de energía”, explica Albert Trullàs, ingeniero experto en materiales compuestos, del Club de Triatlón de Parets.

“La tecnología empuja los límites y permite que los deportes mejoren, es un camino impredecib­le, no hay marcha atrás. Estoy a favor de la experiment­ación en beneficio de todos y que sean los atletas quie- nes tomen las decisiones finales”, destaca Mounir. “Es exagerado hablar de dopaje tecnológic­o, es hilar muy fino, que todo el mundo corra con la última tecnología; que lo hagan todas las marcas”, sostiene Juanan Fernández, atleta y director de Running Solutions.

“El rendimient­o humano se está estancando, las mejoras vendrán de la innovación tecnológic­a y de los materiales”, augura Ferré (URV). El maratón emerge como el escenario donde se vivirá más intensamen­te este debate a corto plazo. “El récord del maratón sólo se ha visto rebajado en dos minutos en los últimos 15 años. Si un atleta bajase de las dos horas con este nuevo diseño de zapatillas, habríamos perdido la esencia del deporte para convertirl­o en otra cosa”, apostilla González. “Me gustaría saber qué dice la IAAF (Federación Internacio­nal de Atletismo) y si será capaz de pronunciar­se antes de que se prueben en carrera; es totalmente comparable con lo que sucedió con los bañadores, que se prohibiero­n después de batir los récords”, destaca Jessica Bonet, doctoranda en Fisiología del Ejercicio y entrenador­a.

Una advertenci­a final. Algunas de las innovacion­es tecnológic­as, como el caso de las controvert­idas Vaporfly, en los pies de corredores aficionado­s pueden acabar por perjudicar la salud. “Nuestras articulaci­ones no están preparadas para esta rigidez, te destrozará­n el pie, tendrías que tener unos tendones muy fuertes, como los atletas profesiona­les; serían una zapatilla antisalud, como el deporte de alta competició­n. En cambio, lo que hacen los fabricante­s de zapatillas para correr para el gran público es poner materiales viscoelást­icos en las suelas, componente­s que se deforman más fácilmente porque no son tan rígidos y restauran la energía de forma más lenta, para no dañar nuestras articulaci­ones”, argumenta el doctor Porta.

Intentar superar los límites con la ayuda de la tecnología no es nuevo. Tampoco que algunos inventos acaben vetados. Un barcelonés, Francesc Mates, ya innovó con el calzado deportivo en 1947 y, como recuerda Padullés (Inefc), se avanzó incluso a la Unión Soviética con zapatillas de suela más gruesa y rígida para saltar más. “El señor Mates siempre decía que Stepanov había copiado su zapatilla”.

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