El príncipe que aspira a la corona
Bruno Mars encandiló a un abarrotado Palau Sant Jordi en la parada barcelonesa de su gira ‘24K Magic’
Hora y media de concierto fue suficiente para acreditar la condición de Bruno Mars como superastro del universo pop. El desembarco barcelonés de su espectacular 24K Magic World Tour se saldó de forma apoteósica y satisfizo las previsiones de su amplia hinchada, que había agotado el papel a las pocas horas de ponerse a la venta el pasado otoño.
Adorado por una audiencia heterogénea en generación, edad, estética y origen, Mars demostró sus abrasadores poderes en un Palau Sant Jordi atestado con casi 18.000 personas. Arrancó la velada, con casi nadie en las gradas, el poderoso Anderson .Paak, monumental músico californiano que mostró, con su electro-gomosa banda, una porción de su lectura de la música negra (rap, hip hop, Prince, r’n’b) de ahora mismo y que habrá oportunidad de degustarla más plenamente en el próximo Sónar. Significativo preámbulo de tonos negroides que engarzaban perfectamente con lo que se avecinaba. Porque a partir de las nueve y cinco, cuando se apagaron las luces del Palau y comenzaron a sonar los compases de Finesse, se pudo asistir a una atractiva, musculosa y asequible exhibición de música negra, en un show de funcionalidad e impacto (pirotecnia incluida) nada avasallador y con una sonoridad no muy matizada.
Ya la escenificación de sus primeras descargas fue muy ad hoc, transmitiendo un aroma discotequero años ochenta muy eficaz. Ese decenio, los ochenta, estuvo presente en las coreografías con sus coristas-bailarines, en algunas instrumentaciones (una banda de cinco músicos más los tres coristas convertidos en ocasional sección de viento) y en buena parte del repertorio elegido, que no dejaba de ser un glorioso y musculoso homenaje a la mejor música negra bailable de aquellos años.
Demostróse Bruno como fibroso cantante adaptable a variados registros, solvente instrumentista, bailarín con fundamentos y líder escénico, con su vestimenta previsible, sus deportivas blancas Nike, su gorra, los inevitables chándales. Atributos que dieron coherencia a un eficacísimo show cuyo diseño y repertorio de temas estaban concebidos para destacar la versatilidad Mars. Se le vio capaz de trasmutarse en eficaz émulo de Michael Jackson, pero también de Prince –en temas como Calling all my lovelies, incluida frase en castellano “te extraño mucho”–, de algún volcánico maestro del funk como James Brown o de un crooner sedoso como Luther Vandross a la hora de cantar Versace on the floor, desbordante de almíbar. Quizás donde sintetizó su condición de estrella de muy elevados quilates fue en dos descargas tan imparables como Treasure –en clave Lionel Ritchie– o Uptown funk, el temazo de Mark Ronson convertido en glorioso bis de cierre, tras el no menos apoteósico Locked out of heaven.
Este príncipe de los ritmos negros, que tiene algunas de las lustrosas herramientas para ser quizás el nuevo monarca del asunto y que en realidad se llama Peter Hernández, exhibió anoche su estado de gracia, en la que encandiló con más de quince temas, la mitad de ellos pertenecientes a su último álbum 24K Magic, excusa formal de esta arrasadora gira.
El hawaiano repasó durante hora y media un repertorio bailable impregnado de ritmos negros de los 80 y 90