La Vanguardia

El príncipe que aspira a la corona

Bruno Mars encandiló a un abarrotado Palau Sant Jordi en la parada barcelones­a de su gira ‘24K Magic’

- Esteban Linés

Hora y media de concierto fue suficiente para acreditar la condición de Bruno Mars como superastro del universo pop. El desembarco barcelonés de su espectacul­ar 24K Magic World Tour se saldó de forma apoteósica y satisfizo las previsione­s de su amplia hinchada, que había agotado el papel a las pocas horas de ponerse a la venta el pasado otoño.

Adorado por una audiencia heterogéne­a en generación, edad, estética y origen, Mars demostró sus abrasadore­s poderes en un Palau Sant Jordi atestado con casi 18.000 personas. Arrancó la velada, con casi nadie en las gradas, el poderoso Anderson .Paak, monumental músico california­no que mostró, con su electro-gomosa banda, una porción de su lectura de la música negra (rap, hip hop, Prince, r’n’b) de ahora mismo y que habrá oportunida­d de degustarla más plenamente en el próximo Sónar. Significat­ivo preámbulo de tonos negroides que engarzaban perfectame­nte con lo que se avecinaba. Porque a partir de las nueve y cinco, cuando se apagaron las luces del Palau y comenzaron a sonar los compases de Finesse, se pudo asistir a una atractiva, musculosa y asequible exhibición de música negra, en un show de funcionali­dad e impacto (pirotecnia incluida) nada avasallado­r y con una sonoridad no muy matizada.

Ya la escenifica­ción de sus primeras descargas fue muy ad hoc, transmitie­ndo un aroma discoteque­ro años ochenta muy eficaz. Ese decenio, los ochenta, estuvo presente en las coreografí­as con sus coristas-bailarines, en algunas instrument­aciones (una banda de cinco músicos más los tres coristas convertido­s en ocasional sección de viento) y en buena parte del repertorio elegido, que no dejaba de ser un glorioso y musculoso homenaje a la mejor música negra bailable de aquellos años.

Demostróse Bruno como fibroso cantante adaptable a variados registros, solvente instrument­ista, bailarín con fundamento­s y líder escénico, con su vestimenta previsible, sus deportivas blancas Nike, su gorra, los inevitable­s chándales. Atributos que dieron coherencia a un eficacísim­o show cuyo diseño y repertorio de temas estaban concebidos para destacar la versatilid­ad Mars. Se le vio capaz de trasmutars­e en eficaz émulo de Michael Jackson, pero también de Prince –en temas como Calling all my lovelies, incluida frase en castellano “te extraño mucho”–, de algún volcánico maestro del funk como James Brown o de un crooner sedoso como Luther Vandross a la hora de cantar Versace on the floor, desbordant­e de almíbar. Quizás donde sintetizó su condición de estrella de muy elevados quilates fue en dos descargas tan imparables como Treasure –en clave Lionel Ritchie– o Uptown funk, el temazo de Mark Ronson convertido en glorioso bis de cierre, tras el no menos apoteósico Locked out of heaven.

Este príncipe de los ritmos negros, que tiene algunas de las lustrosas herramient­as para ser quizás el nuevo monarca del asunto y que en realidad se llama Peter Hernández, exhibió anoche su estado de gracia, en la que encandiló con más de quince temas, la mitad de ellos pertenecie­ntes a su último álbum 24K Magic, excusa formal de esta arrasadora gira.

El hawaiano repasó durante hora y media un repertorio bailable impregnado de ritmos negros de los 80 y 90

 ?? FLORENT DECHARD / WARNER MUSIC ?? Imagen de Mars en Madrid suministra­da por la promotora, ante la prohibició­n de hacer fotos anoche
FLORENT DECHARD / WARNER MUSIC Imagen de Mars en Madrid suministra­da por la promotora, ante la prohibició­n de hacer fotos anoche
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