Derecho a una abdicación
Hace algunos meses, los representantes de la cadena de televisión de Japón NHK se pasaron varias semanas en España para investigar las claves del proceso de abdicación del rey Juan Carlos, que en quince días pasó del anuncio a hacerse realidad. El emperador Akihito, operado del corazón y de un cáncer de próstata, cumplidos ya los 83 años, no lo tiene tan fácil y a pesar de estar deseando retirarse a cuidar de sus flores y sus peces, no puede ni nombrar la palabra abdicación, pues la estricta Constitución japonesa interpreta que estaría interviniendo en asuntos políticos al decidir sobre la jefatura del Estado. Lo más que se permitió, con toda humildad, fue expresar su preocupación de que pudiera llegar un día en el que le fuera “difícil asumir sus responsabilidades como símbolo del Estado”. Hace ya un año que Akihito, aunque fuera con tanto rodeo, pidió que le dejaran irse pero el comité de expertos que debe elaborar un borrador de ley para que el Gobierno lo lleve al Parlamento, aún no ha dicho ni mu y el pobre Akihito, a diferencia del rey Juan Carlos, no tiene ni el derecho a poner fin a su vida publica. nunciar al estatus divino y la soberanía y los poderes imperiales se cambiaron por las tareas de representacióny simbólicas previstas en la Constitución aprobada en 1946. En 1949, se creó la Agencia Imperial, un organismo administrativo que sería el equivalente de la Casa del Rey, para acabar con el poder paralelo de los cortesanos imperiales. La Agencia depende del primer ministro, de modo que es el Gobierno japonés quien marca las normas, elige al gran intendente, delimita el territorio de la familia imperial y decide sobre su vida, hasta el extremo de mantener en custodia los pasaportes de los miembros de la familia imperial, que deben solicitar permiso a la Agencia, y por tanto al Gobierno, cada vez que quieren salir del país. La familia imperial japonesa es la más antigua del mundo, con una línea sucesoria continua desde hace quince siglos y puede parecer que la Agencia Imperial les hace la vida imposible pero resulta que con sus estrictas normas lo que la hace es posible.