La Vanguardia

“Si te crees interesant­e o sexi, lo estropeas”

- NÚRIA ESCUR MARC CLOTET

Veranos en Cadaqués, estudios en Esade, padres profesiona­les de la medicina, clases de tenis, viajes. El título de patrón de barco, la práctica del submarinis­mo. Una nómina en L’Oréal, en Panrico y en Escribà. Marc Clotet (Barcelona, 1980) lo tenía todo para ser etiquetado in aeternum como “niño bien”. Pero un día rompió los esquemas de la comodidad, se enamoró de la interpreta­ción y se ganó a pulso ser una de las actuales promesas del cine español. Pronto se estrenará

El jugador de ajedrez, su último trabajo. Se lo ha tomado a pecho.

El jugador de ajedrez es, en esencia, historia de un exiliado. ¿Usted sabía jugar al ajedrez? Conocía los movimiento­s básicos, pero quise tomar clases con profesiona­les. Hay detalles que ignoraba. Por ejemplo, que hasta el último segundo de un movimiento las piezas tienen que deslizarse por el tablero. No puedes tenerlas bailando en el aire. O que durante el movimiento el codo debe estar en alto.

¿Qué hacía un actor como usted estudiando Dirección y Administra­ción de Empresas? Desde pequeño me gustó la publicidad, el mundo de los anuncios. Acabé la carrera, que me encantó, y empecé a trabajar. Entonces considerab­a el teatro como un hobby. Hasta que un día se invirtiero­n los papeles.

Su padre, Bonaventur­a Clotet, es un prestigios­o médico y su hermana Aina, una actriz de renombre. Cuando en una familia hay varios famosos ¿cómo se gestionan los celos? Eso se ve así desde fuera pero, claro, ¡nosotros ya nos conocíamos todos antes de ser famosos!, de modo que no nos afecta. La única cosa que nos inculcaron en casa era luchar por lo que a uno le gustara, fuera lo que fuera. Formarse y trabajar duro.

Ser hijo de un referente en el campo de la investigac­ión sobre el sida marcó su adolescenc­ia.

Yo llegué al mundo prácticame­nte con el tsunami del sida, años ochenta. Al principio era una enfermedad prácticame­nte letal. Cuando todo el mundo estaba aterrado, mi padre fue uno de los primeros en romper una lanza por ellos. Trabajaba 24 horas al día todos los días del año. No descansa, le queda un año para jubilarse y no piensa hacerlo. Lo suyo es pasión.

¿Qué lección les transmitió su padre y qué ha aprendido usted de esa enfermedad? Durante años él tuvo contacto diario con la muerte. Mi padre abrazaba a sus enfermos de sida cuando nadie se atrevía. Muchos de esos pacientes acabaron convirtién­dose en los mejores amigos de mis padres y nos venían a ver. Eso fue un ejemplo en mi casa. Siempre convivimos con gente que estaba infectada y aprendimos a no estigmatiz­ar a nadie, a pensar que te podía ocurrir a ti. Aprendí de mi padre que había que aprovechar... “piensa que cada día puede ser el último”, nos repetía.

Su madre es médica y farmacéuti­ca.

De ella aprendí la importanci­a de las cosas bien hechas. Es una mujer muy, muy perfeccion­ista. Le recordamos en Estació

d’enllaç o El cor de la ciutat. ¿Usted es un actor catalán o español? Soy actor y he trabajado mucho más en Madrid que en Barcelona. Además, contrariam­ente a lo que cree mucha gente, en Madrid nos entienden. ¡Bueno, al menos por lo que se refiere a mi gremio! Nos gusta la diversidad.

Física o química o Amar es para siempre. ¿Cuántas veces ha tenido que defenderse de los detractore­s de las series y los culebrones? Creo que en eso hemos mejorado, ya ha cambiado por completo. Cuando yo empecé todavía se diferencia­ba entre actor de teatro, de cine y de televisión y se adjudicaba­n categorías. ¡Ahora los grandes actores de Hollywood hacen series! La industria ha evoluciona­do y hoy por hoy se hacen series con la misma

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El jugador de ajedrez, última película de Marc Clotet, dirigida por Luis Oliveros, se estrena en las salas de cine es
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