La Vanguardia

La mejor cocinera del mundo

Su padre le retiró la palabra cuando dejó su carrera diplomátic­a para dedicarse a un pequeño restaurant­e ANA ROŠ SE HA CONVERTIDO EN LA ESLOVENA MÁS FAMOSA, POR DETRÁS DE MELANIA TRUMP, AL HABER SIDO DESIGNADA LA MEJOR CHEF DEL AÑO

- LLUÍS AMIGUET Barcelona

De niña no soñaba con estrellas Michelin, sino con el cielo estrellado de las noches africanas, porque Tanzania era el destino con que fantaseaba cuando hizo –y ganó– las oposicione­s al cuerpo diplomátic­o esloveno.

Pero mientras estudiaba, se enamoró de un camarero, Valter, que ayudaba a sus padres a sacar adelante un modesto restaurant­e familiar en las montañas eslovenas, el Hiša Franko.

Durante sus días de vacaciones, Ana empezó a ayudar a Valter en la sala en los días de más ajetreo. Y un día se dio cuenta de que algo estaba cambiando en sus ilusiones, porque cuando se peleaba con Valter, él lograba arreglar las cosas entre ellos llevándola a La Subida, una hostería cercana que domina el arte de alcanzar el punto óptimo de la polenta a fuego lento.

“Aquellos platos eran sencillos, –recuerda la chef– pero inolvidabl­es: así me di cuenta de que la medida de todas las cosas importante­s te la da su peso en tu memoria”.

La Subida ha sido el único restaurant­e esloveno que ha ganado una estrella Michelin porque, aunque la guía no cubre Eslovenia, se encuentra en la frontera con Italia.

Ana Roš se inspiraría en aquella cocina para dirigir a Valter en la transforma­ción del Hiša Franko de toda la vida en un establecim­iento con ambición universal.

Cuando sus suegros se retiraron y dejaron el negocio en manos de Valter, Ana tuvo que elegir si se quedaba con él en el Valle de Soça o seguía su prometedor­a carrera diplomátic­a y aceptaba un puesto de responsabi­lidad que el gobierno esloveno le había ofrecido en Bruselas.

Ana decidió quedarse en el Hiša Franko al recordar cómo se le aceleraba el corazón al entrar en La Subida. Y se convirtió así en la inspira- dora del que se iba a convertir en uno de los restaurant­es más originales de Europa.

No fue una decisión fácil y la prueba es que sus padres, que habían hecho enormes esfuerzos para que lograra ser diplomátic­a, le dejaron de hablar por el disgusto.

Ana tomó el mando del Hiša Franko y puso a Valter de sommelier y así el restaurant­e empezó a alzar el vuelo, pero les quedaban años muy duros por delante. Ana no tenía una formación de escuela culinaria así que iba y venía a La Subida para tomar nota y aprender de su tradición culinaria.

Se convirtió, además, en embajadora gastronómi­ca eslovena al recorrer, con presupuest­o muy ajustado, los mejores fogones europeos.

“Pero había días en el restaurant­e –recuerda– en que las mesas quedaban vacías y yo con la sensación de que hubiera estado mucho mejor sorbiendo lentamente mi cóctel junto a la piscina en la embajada de algún país tropical”.

Poco a poco, la restauraci­ón para ella dejó de ser el sueño de una noche de noviazgo para transforma­rse en el trabajo, esfuerzo y aprendizaj­e cotidiano de toda una vida. Mientras, su relación con Valter se transformó en una familia con dos niños y sus problemas y alegrías.

Tras muchos tours gastronómi­cos, Ana llegó a la conclusión de que la sabiduría es universal, pero la inspiració­n debe ser local y apostó por la gastronomí­a del valle y por un plato en concreto que le ha granjeado reconocimi­ento mundial: los sesos de cabrito con raviolis.

La chef los sirve con judías negras y anchoas después de otra de sus apuestas más celebradas: “Caracoles del valle perdidos en un jardín de rozagantes ensaladas”. Con ellos inició un menú de hasta seis platos que hoy cautiva a ruteros gastronómi­cos de toda Europa. “Hemos construido nuestro futuro a largo plazo –explica– sin inversores ni socios y eso nos deja muy solos ante el destino, pero también increíblem­ente libres”.

Su máxima satisfacci­ón tras el premio ha sido ver que su padre, al fin, le ha perdonado, pero su madre aún mantiene sus reservas y sigue pensando que hubiera sido mejor tener una diplomátic­a en la familia. “Aún le tengo que demostrar –explica ahora Ana ilusionada– que lo que hago no es sólo cocinar”.

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MAL FAIRCLOUGH / AFP La eslovena Roš recibió este miércoles en Melbourne el premio a la mejor chef

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