Vilapuig, en solitario
El artista diluye las fronteras entre arte, literatura y filosofía en una muestra en la Fundació Suñol que habla de supervivencia y erotismo
La Fundació Suñol acoge hasta septiembre La noche sexual , la primera exposición monográfica del sabadellense Oriol Vilapuig, que recoge treinta piezas que hacen referencia al cuerpo humano y hablan de supervivencia y erotismo.
Yo no estaba allí la noche en que fui concebido. Es difícil asistir al día que te precede. Una imagen falta en el alma. Dependemos de una postura que tuvo lugar necesariamente, pero que nunca se revelará a nuestros ojos. A esta imagen que falta la llamamos ‘el origen’…”, escribe Pascal Quignard en La noche sexual (Funambulista, 2014) un fascinante volumen en el que el escritor y músico francés, impelido por ese deseo de encontrar esa imagen que le falta, reúne una selección de más de doscientos dibujos o pinturas que llevaba coleccionando desde la adolescencia, “imágenes indecentes” relacionadas con la angustia y el placer nocturno. El artista Oriol Vilapuig (Sabadell, 1964) toma ahora prestado el título del libro de Quignard para una emocionante y perturbadora exposición en la Fundació Suñol que funciona a modo de experiencia
donde las fronteras entre arte, literatura y filosofía estallan en mil pedazos.
La noche sexual –hasta el 2 de septiembre– es la primera exposición monográfica de Oriol Vilapuig en Barcelona. Su obra ha formado parte de muestras colectivas como La lección de Diógenes, presentada meses atrás en Tecla Sala, de los Episodis crítics del Macba o de Contra Tàpies en la Fundació del artista barcelonés., pero su trabajo no se había podido ver de forma individualizada más que a través de esporádicas muestras en la Galería Joan Prats. Lo cual no deja de ser un a normalidad que la Fundació Suñol subsana abriendo un paréntesis en su programación y dando cabida por primera vez en su espacio de la primera planta a un artista que no forma parte de los fondos de su colección.
Oriol Vilapuig reúne en La noche sexual más de treinta obras, la mayoría polípticos creados en los últimos seis años y nunca antes mostrados en público, que hacen referencia al cuerpo y hablan de supervivencia y de erotismo. Dibujos, collages, citas y apropiaciones en las que hay siempre un trasfondo filosófico, con invitados de lujo como Pasolini (“Lo que no expreso muere. No quiero que nada muera en mí”), George Bataille, Pierre Klossowsky y el citado Pascal Quignard. Vilapuig los convoca por el impacto que le produce su lectura al tiempo que convierte sus palabras en imágenes. Reproduce textos que admira o que “me han puesto en peligro”, confiriendo a la escritura una nueva dimensión plástica e invitando al espectador a ver además de a leer. Para el artista el gesto de escribir, de reescribir y de volver a decir –a veces las transcripciones, sin correcciones, conquistan casi todo el espacio, dejando que las imágenes actúen a modo de anotaciones a pie de página– “es algo muy arcaico y al mismo tiempo muy contemporáneo” que tiene que ver con el apropiacionismo, una práctica constante en su trabajo con la que persigue el fin último, “la experiencia compartida”.
Los personajes de sus cuadros proceden del bestiario medieval (el hombre sometido a unas fuerzas que no controla), de la mitología griega y latina, de un cuadro de El Bosco, de Durero o de Degas... “Las imágenes fluctúan y algunas te retienen emocionalmente porque detrás de cada una de ellas hay capas de sentido que tú llevas contigo”, dice. “La tradición es para mí un agente activo, no es un espacio para superar sino para habitar”.
La noche sexual avanza en siete ámbitos y un preámbulo en el que una máscara dionisiaca y otra cómica anticipan ese juego de tensiones que establece cada obra con la que tiene al lado y cada ámbito con el siguiente (el horror y la risa, la razón y la animalidad, la pureza y la violencia, la agresión y el sometimiento, la cópula y el desfallecimiento, fantasía y experiencia..). La primera parte, en los que resuena la palabra de Pasolini, “está dedicada a las formas de resistencia y supervivencia sobre ciertos sentimientos de pérdida y miedo”, mientras que la segunda se centra en torno al tema del erotismo, el deseo, la voluptuosidad, el pudor, el espanto..., temas en los que viene trabajando desde hace siete años bajo el lema Estudios del erotismo, y para el que echa mano de tres autores que considera esenciales: Bataille (su famoso texto L’Érotisme), Pierre Klossowski y Quignard.
“La tradición es para mí un agente activo, no es un espacio para superar sino para habitar” , dice el artista