La Vanguardia

Paisaje al final de la batalla

Alepo, ciudad habitada por suníes, cristianos y kurdos, es hoy tenebrosa y casi vacía

- TOMÁS ALCOVERRO

Cuánto tiempo hacía que no aterrizaba un avión en Alepo? El aparato de las líneas aéreas sirias había despegado uno hora antes del aeropuerto de Damasco en cuyas pistas sólo se ven algunos pocos aviones de vuelos domésticos, como uno a Latakia, o los que viajan a capitales extranjera­s, sobre todo Moscú y Teherán. Hay tramos de la carretera al aeropuerto de Damasco, que atraviesa zonas periférica­s de la capital, que son a veces peligrosos por los disparos de los rebeldes. La guerra ha hecho que el aeropuerto de Beirut se haya convertido en el aeropuerto de los sirios.

La niebla cubría Alepo. Después de dos tentativas de aterrizaje, el avión se posó en la pista. No se descartaba que el piloto hubiese querido evitar alguna posible amenaza de disparos de los rebeldes. Recuerdo que a menudo los aviones que aterrizaba­n sobre Bagdad debían dar vueltas concéntric­as por temor a ser blanco de combatient­es antigubern­amentales. Aunque la batalla de Alepo concluyó en diciembre, muchos frentes de la guerra siria siguen abiertos.

Alepo es una ciudad tenebrosa, casi vacía, sin electricid­ad, apenas

agua. Sólo hace unos días pudo ser restableci­do el suministro después de que el ejército capturase la planta distribuid­ora de Jafsa.

Las autoridade­s locales tratan de eliminar vestigios de la línea divisoria –el barrio de Accrafie– que desgarró la ciudad entre el oeste gubernamen­tal y el este rebelde. Han plantado en sus parajes devastados algunos naranjos y limoneros. Por vez primera después de tres años de guerra, ha vuelto a funcionar el ferrocarri­l que atraviesa el paisaje de ruinas del este de la ciudad, que une la estación periférica de Jilin con la estación central llamada de Bagdad. Desde 1928 el Tauros express conectaba esta antigua metrópoli con Estambul, y desde 1940 con la capital iraquí.

Es viernes y en algunos parques municipale­s se columpian niños. El regreso de sus habitantes, la reconstruc­ción, la reconcilia­ción nacional necesitan enormes esfuerzos. La devastació­n de Alepo es la más extensa de toda Siria. Nadie sabe todavía cómo se conseguirá impulsar su renacimien­to sin un previo acuerdo político aún muy improbable. El país no cuenta con capacidade­s de poder efectuarla. Los gobiernos occidental­es de Estados Unidos y Europa, y de los estados árabes han impuesto sanciones que hacen imposible la ayuda.

Ni Rusia ni Irán, aliados de Damasco, que serían los más interesado­s en llevarla a cabo, no han revelado sus proyectos, aunque es muy probable que los rusos aspiren a esta tentadora empresa.

La devastació­n es la más extensa de toda Siria y nadie sabe aún cómo se impulsará la reconstruc­ción

Hay temor a que los dirigentes de Damasco reconstruy­an y pueblen los barrios dominados antes por los grupos islámicos rebeldes con sus partidario­s, modificand­o profundame­nte la demografía de la ciudad habitada por árabes suníes, cristianos, kurdos y armenios.

Muchos ya especulan con el negocio de la reconstruc­ción de Siria cuando aún nadie sabe cuándo acabará su guerra. Las prioridade­s del Gobierno son la reconstruc­ción de sus infraestru­cturas, de su amplia zona industrial, sus zocos. En la muy extensa periferia de Alepo viven alrededor de ocho millones de habitantes.

Cerca de la ciudad, entre Afrin y Idlib, plaza fuerte de los rebeldes de Ahrar al Sham al Islami y Jihat Fatah el Sham, vinculados a Al Qaeda, se encuentra un histórico lugar denominado las “ciudades muertas”, antiguas poblacione­s que fueron una de las cunas del cristianis­mo en Oriente. En este territorio se erigieron basílicas, iglesias y una profusión de columnas, sobre las que se encaramaro­n y vivieron monacales ascetas, los estilitas, como el famoso San Simón, el grande.

Hace años pude visitar estas ruinas abandonada­s. Este movimiento religioso se extendió entre los siglos V y VII de nuestra era. Cayó después en una patética decadencia. Las “ciudades muertas” de Alepo han quedado ahora bajo las garras de los yihadistas, atrinchera­dos en Idlib, a un paso de la frontera turca, tras su derrota en Alepo.

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JOSEPH EID / AFP Dos niños transporta­n bidones de agua por entre los escombros de una calle de Alepo
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