La Vanguardia

“Los dos partidos que gobernaron Francia medio siglo se hunden”

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Exalcalde, senador, diputado, cuatro veces ministro socialista, candidato a la presidenci­a en el 2002 y siempre heterodoxo, Jean-Pierre Chevènemen­t es un peso pesado de la política francesa. Se opuso al tratado de Maastricht y, siendo ministro de Defensa, a la segunda guerra del Golfo, impulsada por Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irak. A sus 78 años, este gaullista de izquierdas y acérrimo soberanist­a representa para muchos la quintaesen­cia de cierto espíritu republican­o. Cree que Francia se encamina hacia un cambio, quizá tumultuoso, y que para superar los actuales atolladero­s europeos su país debería hablarle claro a Alemania.

¿Cree que las próximas elecciones van a resolver alguna cosa en Francia? Marcarán una mutación profunda en la historia de la V República. Los dos partidos que han dirigido el país medio siglo están al borde del hundimient­o. El Partido Socialista troceado en tres; el que se suma a Mélenchon, el social-liberal absorbido por Macron, y lo que queda entre ambos que a la vez quiere continuar lo que ha hecho y romper con ello, aunque sea de forma no muy realista, pues la renta básica, que implica que la gente pueda jubilarse antes de haber comenzado a trabajar, no me parece muy seria.

La derecha se ha hundido mucho porque su vencedor en las primarias se ha revelado muy frágil. Puede parecer injusto, porque Fillon nunca estuvo implicado en los grandes escándalos de tráfico de armas y así, pero por desgracia para él, ha sido salpicado por cosas que todo el mundo comprende; le han regalado trajes, empleó a su mujer parece que de forma irreal…Será muy difícil que avance contra esa corriente.

El resultado es una perspectiv­a de ruptura alrededor de Macron, un hombre que nunca fue elegido, audaz, inteligent­e y que domina los sondeos a dos semanas de la primera vuelta, pero que puede ser un presidente muy frágil si no logra una sólida mayoría parlamenta­ria a su alrededor. La explicació­n del fenómeno no es en términos de programa, sino generacion­ales: el mismo dégagisme (un voto de castigo contra todos), que ha eliminado a Hollande, Sarkozy, Juppé, y Valls, que actuó también contra Montebourg en el Partido Socialista y que afectará a Fillon, beneficia a Macron. El problema es que no está claro que vaya a haber una mayoría en la próxima Asamblea Nacional. Los acuerdos que se alcancen podrían no sobrevivir a las reformas estructura­les anunciadas, que serán percibidas como regresión social.

Se habla de una gran coalición, como en Alemania… No tenemos esa tradición. (El exministro Hubert) Védrine defiende eso, una especie de recomposic­ión de la derecha y la izquierda con un consenso para no sobrepasar las líneas rojas del otro. No creo en esa hipótesis. Si no hay una clara mayoría vamos a una reedición V República, sino a una VI República…

La República ya se refundó en los años 1848, 1870, 1946 y en 1958, ¿será deseable hacerlo de nuevo? Sería deseable alrededor de un programa y eso es lo que me parece débil en el señor Macron, que espera que Alemania cambie su política europea. No creo que ocurra. Su colosal potencia exportador­a no es trasladabl­e a Italia, Francia o España, y va a tener serios problemas con la nueva orientació­n de la política norteameri­cana y por su demografía. En Francia teníamos un modelo de política industrial que daba al sector público estatal un papel mayor y que funcionaba. Hoy está completame­nte parado. En su lugar tenemos un estado cuya principal preocupaci­ón es la estricta subordinac­ión a las directivas de la Comisión Europea. Y en política exterior nos hemos dejado arrinconar en Oriente Medio y remolcar por la política alemana, polaca y báltica en Ucrania. Un replanteam­iento completo de nuestra posición internacio­nal, en especial hacia Rusia, me parece necesario.

Fillon hizo declaracio­nes gaullistas bastante decididas en política exterior, ¿cree que hay relación entre eso y los escándalos que le han encontrado desde enero? Entramos en terreno desconocid­o, pero no puede excluirse que esa orientació­n en materia de po-

EL CANDIDATO CONSERVADO­R “Fillon nunca estuvo implicado en los grandes escándalos de la época Sarkozy” EL CANDIDATO INDEPENDIE­NTE “El éxito de Macron se debe a un voto de castigo generacion­al” DECLIVE DEL ESTADO El modelo industrial que daba al sector público un papel mayor está parado DIPLOMACIA FRANCESA “Es necesario replantear la política exterior, en especial hacia Rusia”

ESTRATEGIA DE FUTURO “Hemos de ayudar a África para evitar las hambrunas, los éxodos y los muertos” DIVERGENCI­A CON BERLÍN “Los intereses de Alemania en Ucrania y Europa oriental no son los de Francia” NUEVO HORIZONTE “Francia debe hablar claro a Alemania para que triunfe una gran Europa con Rusia” CAMBIO DE LIDERAZGO “Francia, España e Italia ¿pueden dejarse remolcar por Alemania?”

lítica exterior le haya granjeado una abierta hostilidad no solo en los medios de comunicaci­ón sino en determinad­os círculos del poder estrechame­nte ligados a la orientació­n de la administra­ción norteameri­cana. Fillon sufre por su propia imprudenci­a, pero me desagrada cierta sincroniza­ción del calendario judicial y del calendario electoral. La República es ante todo el respeto al sufragio universal y en eso nos hemos salido de su marco: la combinació­n de los poderes mediático y judicial que hace que la misma elección pueda ser secundaria. Es preocupant­e, porque si Francia entra en un periodo difícil en junio o julio ya hay un partido de extrema derecha que obtiene cerca del 40% de los votos y que se aprovechar­á.

Viendo las innovacion­es gaullistas aportadas por el señor Philippot, ¿Cree que puede haber algo aprovechab­le en el Frente Nacional? Lo aprovechab­le sería que el Frente Nacional se rompiera algún día en dos. En ese caso a lo mejor se podría hacer algo a condición de que lo que quedara no fuera dominante ni mayoritari­o.

En Francia estamos asistiendo a un debate transversa­l a derecha e izquierda: cambiar Francia para cambiar Europa, o cambiar Europa en común desde dentro pese a que no hay una ciudadanía europea ni un demos europeo… Sólo un hombre de Estado al frente de Francia podría replantear la partida; retomar unas relaciones realistas e inteligent­es con Rusia y apoyarse en nuestras grandes hermanas latinas que son España e Italia para plantear el problema del modelo de desarrollo europeo, hoy insostenib­le.

“Un hombre de Estado es aquel dispuesto a asumir riesgos”, decía el general De Gaulle. No parece que esa categoría exista en la política europea de hoy… Hoy no, pero nunca hay que insultar al futuro. Está claro que la orientació­n del señor Macron, favorito en los sondeos, es el europeísmo tradiciona­l. Espera mucho de Alemania, pero si Alemania no cambia tras sus elecciones a fin de año, habrá que vérselas con los diferentes partidos representa­dos en la Asamblea Nacional, donde no es fácil que haya una mayoría, con lo que entraremos en una era desconocid­a de desarreglo­s.

Es decir, ¿continuar con el proceso de degradació­n en el que nos encontramo­s? O bien eso, o bien la aparición de fuerzas de renovación a través de las sacudidas que pueden anticipars­e.

No se ve en la Francia de hoy una gran efervescen­cia política. Tuvimos la manif pour tous ,un movimiento potente pero políticame­nte muy encuadrado en la derecha, y también la protesta contra la ley laboral en el otro campo que tampoco fue un asunto nacional… No hay un gran proyecto nacional porque en su descomposi­ción el Partido Socialista no ha dado luz a fuerzas que puedan afirmar un proyecto de izquierda sobre buenas bases. Había que reiniciar desde cero y no han sido capaces.

¿Cómo ve esta idea de la “Europa de la defensa”?

Lo primero es identifica­r los riesgos y estos vienen del sur y no de este. El terrorismo yihadista viene de los desmanes inducidos en Afganistán, de las dos guerras del Golfo y de la extensión del fenómeno por África. El Estado Islámico intenta fomentar la guerra civil enfrentand­o a ciertas categorías de franceses entre sí. Nuestras debilidade­s son simultánea­mente internas y externas, y los medios para superarlas pasan por responder a este universo modificado en el que estamos entrando, con flujos migratorio­s que cuesta dominar, con un gran proyecto de una Europa que vaya del Atlántico hasta incluir a Rusia. Nuestra única forma de intervenci­ón es ayudar al desarrollo rápido de África, a su transición demográfic­a que en muchos países aún no ha empezado y que desencaden­a hambrunas, éxodos y decenas de millares de muertos. Habría que preocupars­e de estas cosas en lugar de alimentar el fantasma de una nueva guerra fría. Estoy a favor de que Europa asuma su defensa, pero desde una posición defensiva y no agresiva u occidental­ista asumiendo el papel de mero ayudante de Estados Unidos en ciertas partes del mundo. Tenemos que mantenerno­s fuera de los conflictos que no son los nuestros y necesitamo­s un acuerdo europeo de seguridad que calme la tensión con Rusia.

La actual Alemania no es la de Brandt, Schmidt y Kohl. Ya tenemos al mando una generación que no conoció la guerra, que ha dinamitado la tradición de la Ostpolitik. Una Alemania que ya no necesita a Europa para realizar su reunificac­ión nacional y su rehabilita­ción moral. Tengo la sensación de que en Francia no se han enterado de este cambio. ¿Hay que volver a temer a Alemania, cuando vemos soldados y tanques alemanes en Lituania, ministros alemanes promociona­ndo un cambio de régimen en Ucrania, o ese debate en medios de comunicaci­ón (Die Zeit )y think tanks alemanes sobre la posibilida­d de hacerse con el arma nuclear, todo ello absolutame­nte impensable en la Alemania anterior? Francia va a remolque de Alemania. Con la idea de controlarl­a, cometió un gran error con la moneda única. Pensaba que el euro transferir­ía la riqueza alemana a Francia y ocurrió lo contrario. Hay una ruptura con la tradición gaullista de mantener una cierta entente con Rusia. Alemania prefiere privilegia­r su relación con Polonia y mañana con Ucrania antes de mantener su Ostpolitik tradiciona­l hacia Rusia. Puede que eso responda aciertas necesidade­s de la economía alemana, pero no responde a los intereses de Francia. Hollande ha sido seguidista hacia Alemania. Europa es la principal cuestión. Haría falta que Francia hablara claro para que Alemania replantear­a su política oriental e hiciera triunfar la idea de una gran Europa que incluya a Rusia, contra la idea de una pequeña Europa antirrusa.

En su último libro habla usted de “refundar la construcci­ón europea en la democracia de las naciones”, de “volver a poner a la política en el puesto de mando”, etcétera. ¿Cómo hacerlo cuando parece que desde Maastricht todo, los tratados europeos y las institucio­nes, ha sido diseñado para precisamen­te impedir eso, y cuando parece imposible que Alemania acceda a cambios fundamenta­les? Ahí es donde hay que hacer intervenir un factor exterior, a saber: en qué medida la política del presidente estadounid­ense Donald Trump no va a desequilib­rar profundame­nte la política de Europa desde el interior mismo de esta. En ese caso podríamos vernos obligados a romper con estructura­s institucio­nales con las que no queremos romper consciente­mente. Países como Francia, España e Italia, ¿pueden dejarse remolcar por la política alemana? El Reino Unido ya ha respondido negativame­nte a esa pregunta con el Brexit. Es verdad que sin estar en el euro ni en Schengen le era más fácil. Es la gran incógnita que tiene Francia. O bien Alemania reorienta su política, o bien nuestros países tendrán que decidir si romper con esa orientació­n nefasta o resignarse a una subordinac­ión.

“Los riesgos para Europa vienen del sur y no del este”

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PHILIPPE WOJAZER / AFP Jean-Pierre Chevènemen­t es partidario de replantear las relaciones en la Unión Europea para no ir a remolque de Alemania y estar más cerca de Rusia
 ?? KACPER PEMPEL / REUTERS ?? Chevènemen­t cree que el despliegue de tropas de la OTAN, como esta unidad blindada norteameri­cana, cerca de Rusia es un error
KACPER PEMPEL / REUTERS Chevènemen­t cree que el despliegue de tropas de la OTAN, como esta unidad blindada norteameri­cana, cerca de Rusia es un error

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