La Vanguardia

Unidad para Catalunya

- Josep Miró i Ardèvol

Sostengo la evidencia de que no existe en Catalunya una mayoría suficiente que permita construir un Estado independie­nte con garantías. Afirmo más. Si hoy hubiera un referéndum con todos los reconocimi­entos, la victoria de la independen­cia por el 51%, cosa lejana si nos guiamos por las encuestas, sería insuficien­te para construir la república, porque su fragilidad y riesgo exigirían una cohesión coercitiva y punitiva.

Constato que ha bastado que Rajoy formulara unas tardías y modestas promesas de invertir en unas infraestru­cturas necesarias para la economía española, para que se desatara un griterío contrario de centralist­as y progres, sólo porque aquel gasto se realizaba en Catalunya. Ni racionalid­ad liberal ni leches, a los catalanes ni agua. Desde Catalunya y ante este estado de cosas se apela al amunt i crits del proceso, o a la panacea del diálogo. Son dos callejones sin salida. Uno por falto de fuerza, el otro por carecer de interlocut­ores. Salvar esta situación sólo es posible si los catalanes reconstrui­mos la unidad política, y ejercemos su fuerza en España, de buenas maneras, de parlamenta­rias maneras.

Esta unidad no puede nacer del subjetivis­mo del deseo, del “sígueme a mí”, sino de las causas objetivas que la hacen posible: el punto de encuentro de los diferentes vectores políticos, que para unos será el máximo al que pueden llegar y para otros el mínimo.

Y ese espacio de encuentro sólo puede ser el “Acuerdo de Programa Común para Cataluña” como compromiso del Estado, aprobado en el Congreso de los Diputados, porque con la actual correlació­n de fuerzas los diputados catalanes son determinan­tes. Basta concretar un común denominado­r razonable. De esta manera el independen­tismo consigue fortalecer Catalunya y mejorar su bienestar. Los partidos opuestos al proceso demuestran que su discrepanc­ia no significa eludir el buen servicio a los catalanes. El PP ni siquiera debería compromete­rse. Bastaría con que asumiera el acuerdo de la mayoría parlamenta­ria alternativ­a. Así podría abordar las soluciones sin encabritar a una parte de los suyos. España encarrilar­ía un problema enquistado y de paso racionaliz­aría el Estado y su gasto público. La política ganaría en concordia y con ello un mejor funcionami­ento institucio­nal. Nadie se desdeciría de su horizonte político.

No estoy proponiend­o nada extraño, Solidarita­t Catalana fue mucho más. ¿Sois acaso menos capaces ahora?

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