La Vanguardia

¡Qué tozudos somos!

- Enric Sierra

Si usted está planeando salir de escapada esta Semana Santa para aprovechar las últimas nieves que quedan en el Pirineo le interesará especialme­nte esta columna. Si se va a dirigir a la Cerdanya desde Barcelona y tiene la paciencia de ahorrarse el peaje de la autopista Terrassa-Manresa comprobará lo mal que hacemos las cosas cuando nos lo proponemos. Le garantizo que observará un verdadero despropósi­to y un ejemplo de cómo la administra­ción pública es capaz de pasarse de frenada.

Los conductore­s que realicen esa ruta tienen dos opciones cuando llegan a Terrassa: pasar por la autopista o tomar la C-58 y después la C-55 hasta Manresa. Pues bien, quien no tenga prisa y quiera comprobar lo que les explico debe seguir la única ruta gratuita y recorrerá 28,5 kilómetros alucinante­s. En primer lugar, debe estar en alerta porque hay, ni más ni menos, que diez radares, uno cada 2,8 kilómetros. En cambio, en la autopista sólo existe uno en los 36,6 kilómetros de recorrido. Las dos carreteras públicas han sufrido

mejoras durante los dos últimos años que han consistido principalm­ente en reducir a un solo carril cada sentido de circulació­n la mayoría del trazado. Pero lo curioso es que ese único carril ha quedado tan estrecho por las medidas de seguridad implantada­s (vallas, medianas de cemento o dobles barreras centrales) que el conductor tiene la sensación de estar circulando por un tubo estrecho. Estas mejoras impiden los adelantami­entos pero también provocan un preocupant­e efecto secundario porque, en caso de accidente, el tráfico queda cortado irremediab­lemente debido a que no queda espacio para que pasen dos vehículos. Hasta la ambulancia, la policía o los bomberos sudan tinta para llegar a los siniestros. Consciente­s de esta negativa consecuenc­ia, la Generalita­t ha llegado a un pacto con los gestores de la autopista para que, en caso de que quede la carretera cortada por una accidente, se derive el tráfico por la vía de peaje y se deje pasar gratuitame­nte. Como cabía esperar, esta circunstan­cia ya se ha aplicado varias veces.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Hay que remontarse al año 2004 cuando la Generalita­t firmó un acuerdo con la concesiona­ria de la autopista por el cual el Govern debía compensar a la empresa si no se llegaba a una cifra mínima de tráfico por el peaje. Esa cifra cayó durante la crisis y la Generalita­t puso en marcha un plan para imponer medidas disuasoria­s en la carretera gratuita para incrementa­r la recaudació­n del peaje y, por tanto, reducir la compensaci­ón pública pactada. Esas medidas se enmarcaron en un plan para reducir la accidentab­ilidad de la vía gratuita y se ha concretado en las estupendas actuacione­s detalladas. Tres años más tarde, se ha reducido levemente la accidental­idad en las vías gratuitas, pero el volumen de tráfico es el mismo , según los propios datos de Trànsit. Es decir, millones de inversión después, todo sigue igual. Perdón, todo no, ahora hemos complicado más la vida a los conductore­s que siguen prefiriend­o la vía gratuita. ¡Qué tozudos somos!

Las “mejoras” en las vías gratuitas entre Terrassa y Manresa es un nuevo despropósi­to público

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