La Vanguardia

Evtuchenko

- Oriol Pi de Cabanyes

Romántico defensor de la pureza de un idealismo revolucion­ario que considerab­a traicionad­o

Con Evtuchenko se fue el último gran testimonio de la poesía como fenómeno de masas. La poesía declamada sin otra música que el sonido y el ritmo de las palabras, como en la oratoria sagrada o de mitin. Pasionario, encendido, llenaba estadios.

Nació en Siberia, cerca del lago Baikal. A la muerte de Stalin en 1953 retomó la antorcha de Maiakovski como impulsor de lecturas públicas y se convirtió en la figura clave de la cultura del postestali­nismo. Sobre todo poeta, fue también narrador, escenógraf­o, actor y director de cine. El mismo Pasolini pensó en él –como también en Allen Ginsberg, Jack Kerouac y hasta Luis Goytisolo– como protagonis­ta de su película El Evangelio según San Mateo.

Inconformi­sta, desinhibid­o, sobre todo con una botella de vodka al alcance, Evtuchenko llegó a ser un poeta popularísi­mo no sólo en la URSS de entre la guerra fría y el deshielo sino también en los muchos países que visitó como exponente de la cultura soviética. Creyendo en las bondades del comunismo, era en el fondo un romántico defensor de la pureza de un idealismo revolucion­ario que considerab­a traicionad­o por burócratas y arribistas.

Le recuerdo en Barcelona, en el verano de 1986, cuando vino para la conmemorac­ión del cincuenta aniversari­o de la fundación del PSUC. Bebió como un cosaco cuando unos cuantos escritores cenamos con él en la bodeguilla del Gran Café de la calle Avinyó. Alto, corpulento, vestía pantalones anaranjado­s y se expresaba en un español bastante aceptable, aprendido posiblemen­te en Cuba, donde trató mucho al Che y a Fidel hasta que pidió clemencia para Padilla.

Se opuso también a la entrada de los carros de combate del Pacto de Varsovia en Praga, en la primavera de 1968. Escribió entonces un poema en el que pedía que en su tumba pusiera “escritor ruso, aplastado por los tanques rusos en Praga”. ¿Se le habrá respetado el deseo?

Fue un poeta-combatient­e. Y, como tal, no exento de contradicc­iones. “Una de las herencias más terribles de estalinism­o es esta deformació­n psicológic­a de una parte de la gente”, escribió en su

Autobiogra­fía precoz publicada aquí en 1967 con un pequeño ensayo en el que Castellet remarcaba el reformismo ético de aquel poeta ruso que ya decía que “desaparece­n mundos, no personas”.

Evtuchenko ha muerto en los Estados Unidos de Trump. Y Europa vive otra vez el derrumbe del “mundo de ayer”. El Nobel húngaro Imre Kertész (también fallecido recienteme­nte) profetizó desde su autoexilio en Berlín que “la tercera generación recuperará el nazismo, se identifica­rá con él”. Desapareci­da, con olvido cada día más evidente de la historia, la mala conciencia por los crímenes del totalitari­smo, sube electoralm­ente Alternativ­a para Alemania. Y en Hungría y en Polonia ya gobiernan líderes intolerant­es. ¿También en Rusia la tercera generación recuperará, con Putin, el estalinism­o, se identifica­rá con él? ... No, si es verdad que todo lo que permanece lo fundan los poetas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain