1984 y la internet de las cosas
El Oral-B Genius Pro 8000 es un cepillo de dientes eléctrico con sensor de presión acción 3D (oscila, rota y pulsa) capaz de hacer 48.800 movimientos por minuto y que vibra cada 30 segundos para indicarnos cuando tenemos que cambiar al próximo cuadrante de la boca. También trae Bluetooth 4 con el que se conecta al smartphone vía una app.
Una vez instalada recibe del cepillo toda la información de sus hábitos de limpieza dental –velocidad, presión, tiempo, cuadrante–, le guía en el proceso de lavado, le da mensajes de ánimo y le muestra el tiempo que hace fuera. Una vez terminada la limpieza le muestra una gráfica con la evolución mientras le felicita por los retos conseguidos. Todo por 249 dólares (teléfono no incluido).
Dudo que me hubiera llegado a interesar por él si no fuera por la captura de pantalla que Terence Eden –casualmente @edent en Twitter– colgaba la semana pasada con el mensaje “Permitir a Oral-B acceder a la localización de su móvil”. ¿Por qué? ¿Los hábitos de limpieza son diferentes en diferentes países? ¿Para calcular el coste medio de cada limpieza?
Actualmente hay más de 8.400 millones de aparatos conectados a la red en lo que se conoce como la internet de las cosas (IoT) con una previsión de 20.000 millones para el 2020. Hay conectados móviles, televisores, puertas de garaje, lavadoras, bombillas, ositos de peluche y dildos, no siempre con las condiciones de seguridad adecuadas.
Un viernes de octubre del año pasado, en una especie de ensayo de apocalipsis digital, cayeron Amazon, Airbnb, Spotify, Twitter,
The New York Times, Paypal y Playstation entre otros, por culpa de un ataque contra sus servidores realizado con tostadoras, teles conectadas, cámaras y en general aparatos conectados a la IoT con la seguridad bajo mínimos o inexistente. En febrero, unos hackers robaron dos millones de conversaciones de niños con sus ositos de peluche conectado que estaban almacenadas en un servidor sin ningún tipo de protección.
Un caso que ha está haciendo fortuna estos días es el de Garadget (hábil contracción de garaje y gadget ), un aparato conectado que por 99 dólares permite abrir y cerrar la puerta del garaje de casa con el móvil y que se define a sí mismo como “futurizador de puertas de garaje”. Pues bien, un cliente descontento con el producto que dejó una crítica negativa en Amazon, vio como la respuesta de la empresa fue bloquearle el aparato con la consecuencia inmediata de que no podía entrar en su garaje.
Conectamos bombillas en la red que cambian de color cuando nos hacen un me gusta en Instagram y somos felices, pero no somos conscientes de las implicaciones a nivel de seguridad, privacidad y propiedad que conlleva la internet de las cosas.
Cuando conectamos un aparato a la red en cierto modo deja de ser nuestro. Recuerde que en el 2009 Amazon borró 1984 de George Orwell de los Kindles de los clientes que lo habían comprado por un problema de derechos. 1984, de Orwell.
Cuando conectamos un aparato en la red deja de ser nuestro